Parece que hay que viajar a Florida para poder ver a la nueva primera dama, Melania Trump. Es ese, en los alrededores de Mar-a-Lago, la mansión de lujo de Trump, el único sitio donde se ha podido avistar a la nueva primera dama desde que su marido asumió la presidencia, hace ya casi un mes.

Aunque las primeras damas suelen tomarse un tiempo para adaptarse a su nueva función en una Casa Blanca que les tiene reservado un sitio destacado, su hasta ahora nula implicación en el día a día presidencial -ni siquiera vive en Washington, ni parece su intención- ha empezado a hacer arquear cejas.

A Michelle Obama no le hacía ninguna gracia ser primera dama y, mucho menos, tener que instalarse en la Casa Blanca en enero, en mitad del curso escolar, con dos hijas pequeñas que, con 8 y 10 años. Pero lo hizo, siguiendo las recomendaciones de asesores políticos que le dijeron que estaría muy mal visto que no se uniera a su esposo al asumir éste la presidencia. Su sucesora no ha tenido tantos miramientos.

La tercera esposa del magnate neoyorquino reconvertido en presidente de EU ya había anunciado su intención de permanecer en Nueva York hasta que su hijo, Barron, de 10 años, acabe el curso escolar. Pero según US Weekly, esta situación podría prolongarse. Una situación que, de confirmarse, no tendría “precedentes”, declaró la especialista en primeras damas Katherine Jellison, profesora de Historia en la Universidad de Ohio. De momento, van a cumplirse tres semanas desde que Melania Trump, de 46 años, pisó la capital del país.