Escuela

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El Faro

En no pocas escuelas, públicas y privadas de Pachuca se están registrando eventos que nos empujan a fijarnos en lo que está sucediendo. Fenómenos de violencia, de publicación en redes de peleas, de alto consumo de alcohol y drogas, de manejo, en algunos casos, de armas. Todo esto y más se ha dado en estos meses de escuela presencial.

Estrictamente ninguno de estos eventos es original. Ya antes, todos ellos se habían presentado en la vida de cualquier escuela. Los que llevamos algunos años en puestos de responsabilidad en centros educativos, hemos sabido de borrachos, fiestas subidas de tono, violencia de múltiples formas, consumo de drogas, embarazos no deseados, y sus consecuencias colaterales, entre otros fenómenos.

Preguntando a algunos colegas sobre la originalidad de lo que acontece en nuestros días y el motivo de la preocupación de las autoridades de las escuelas, me respondían que se había añadido una presión a través de los medios de comunicación social respecto a lo que acontecía anteriormente.

A mí me parece que reaccionar a estos fenómenos por lo que se publica en los medios sociales, se acerca más al miedo que al análisis sensato de la situación y a la toma de decisiones de manera apropiada. Por lo tanto, no creo que merezca la pena depender de lo que se publique en las redes sociales.

Lo que sí me parece original es la concentración de manera exclusiva de la responsabilidad, cuidado y soluciones de todos estos fenómenos en la espalda de las escuelas. Como contraparte, me parece original, en lo que acontece hodiernamente, la claudicación de los gobiernos, de los padres de familia, de los sistemas públicos de administración de justicia, de la Secretaría de Educación Pública, etc. Todo esconden la cabeza en el agujero como avestruces que creen que por no mirar a la realidad ésta va a cambiar y lo va a hacer para mejor. 

Las escuelas se debaten internamente procurando a través de protocolos de seguridad contener estos acontecimientos y así protegerse de la crítica despiadada social. Las escuelas se saben en peligro de vigilancia. Si algo de todo esto sucede en el interior de sus muros, los padres llegarán a reclamar con acritud, la Secretaría de Educación Pública le dará el apoyo a los quejosos, los órganos de impartición de justicia se pondrán siempre de parte del demandante, los gobiernos en todos sus niveles organizarán aparatosas e inútiles comisiones para analizar lo que acontece. Todas estas visiones no tendrán el menor empacho en criticar la escuela concreta y echar sobre ella todo el peso de la responsabilidad en todas sus dimensiones. Una vez que la escuela en que se dio alguno de estos fenómenos se haya consumido en la hoguera de la culpabilidad socialmente consensuada, todas esas instancias seguirán mirando hacia otro lado, sin hacer mayor cosa, hasta que aparezca otra víctima cuya sangre ayude a limpiar las conciencias. 

Desde dentro de las escuelas algunos, cuando menos, lo vemos así. La sugerencia para los responsables últimos de las escuelas, públicas o privadas, es reunirse, analizar la realidad de manera concreta, no caer en compromisos políticos, buscar el bien de los alumnos y hacer público su análisis de la realidad. Esto para que las instancias públicas no permanezcan fuera de su responsabilidad. Esto para que entre todos pongamos nuestro mejor esfuerzo en la formación de las jóvenes generaciones en la búsqueda de un futuro mejor y menos violento del que actualmente se otea. 

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