La lucha contra el llamado Estado Islámico se desarrolla en los cielos de Irak y Siria, cada vez más saturados de cazas de diversas nacionalidades y coaliciones, pero se decide en el terreno. Llenándose de polvo, oliendo la pólvora y conquistando posiciones.
Barrio por barrio y casa por casa. Éste es el objetivo del ejército iraquí que ayer lanzó una amplia ofensiva para recuperar la ciudad de Ramadi, a un centenar de kilómetros de Bagdad y bajo el yugo del grupo terrorista desde mayo.
Las tropas iraquíes irrumpieron en el centro de Ramadi mientras sus altos mandos temen que el Estado islámico use a los habitantes como “escudos humanos” para disuadir el avance terrestre y las bombas de los cazas. Los mismos habitantes que esta semana contemplaron la lluvia de panfletos lanzados por la aviación iraquí recomendándoles que abandonaran la ciudad ante el inminente ataque.
El Estado Islámico dio la bienvenida a las tropas iraquíes con varios coches bombas. Entre 250 y 300 efectivos armados del EI seguían ayer atrincherados en el corazón de la ciudad.
Más allá del factor psicológico, el dominio de Ramadi es clave para el devenir de la guerra en este país árabe y la continuidad territorial que traza el autoproclamado Califato Islámico. De ahí que no sea la primera vez que el ejército iraquí y sus aliados intentan recuperar el control de la capital de la mayor provincia iraquí, Al Anbar.
Esta vez, sin embargo, parece el intento más organizado y sólido. Escoltados por cazas iraquíes y estadounidenses, los soldados proceden desde varios frentes en Ramadi. “Hemos llegado a los barrios de Al-Bikr y Al-Ramel sin mucha resistencia excepto por parte de francotiradores y suicidas. Son tácticas empleadas por el IS”, ha informado en la mañana de este martes el portavoz iraquí del Departamento de la Lucha contra el Terrorismo, Sabah al- Numani.