LA GENTE CUENTA
Adaptación de una historia real
-Carnal… Oye, no olvides sacar todo lo de la cajuela
Daniel trataba de quitar una llamativa y grosera mancha de sangre de su suéter, mientras Manuel, con el sudor en la frente y las manos temblorosas, atendía la indicación de su hermano mayor.
-No mames, deberías tirar eso. Tenemos más ropa dentro del coche –suplicó Manuel.
-Este es mi suéter favorito. Solo muerto me deshago de él –respondió Daniel con nerviosismo, frotando desesperadamente la prenda y echando agua mineral.
-Te la bañaste, carnal. Solo se te ocurre a ti hacer estas cosas –reclamó Manuel-. Ya cabrón, deja eso y vámonos de aquí.
Daniel no hizo caso a la petición de su hermano. Solo se limitó a emitir órdenes.
-¿Ya sacaste la gasolina? Comienza a echarle esa madre, pero con cuidado…
A regañadientes, Manuel comenzó a vaciar aquel bidón sobre lo extraído del auto; una caja llena de herramientas, trapos, cuerdas, cuchillos y un martillo.
-¡Ya, wey! La morra ya debió de soltar toda la sopa, la grana debe estar pisándonos los talones…
-¿Me puedes esperar un momento, por favor? –respondió Daniel, exasperado. Manuel decidió cambiar un poco la estrategia.
-Mira: si quieres te ayudo a limpiar eso, pero ya termina de una vez lo que vas a hacer. ¿Tienes los cerillos?
Sin pensarlo mucho, Daniel dejó la labor de limpieza a su hermano, se levantó del auto, se acercó prudentemente a la caja, encendió uno de los fósforos y la aventó. Un flamazo fue la respuesta. Hasta Manuel se sorprendió del poder de la gasolina.
-Carnal, esto no se va a quitar. Yo diría que sigamos por la carretera. Cuando lleguemos a Guatemala te ayudaré con lo que quieras.
Daniel se quedó taciturno, observando fijamente la llama, eliminando lentamente la evidencia de una noche fatal, en la que juró a Emma, su ex novia, hacer un pacto suicida que se salió de control: las consecuencias las pagaron sus dos hermanos menores. Y ahora lo que quedaba por hacer era seguir aquel trayecto, hacia un destino incierto.