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Escaparate

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LA GENTE CUENTA

La noche, eterna compañera de los bohemios y los desvalidos, los perversos y los amantes clandestinos, cubre con su manto lo que antes rebosaba de colores, y que ahora pequeños destellos de luces de neón iluminan difusamente las calles de la ciudad. Y bajo esas luces, te veo, de pie, hermosa, sonriente, seductora.
    Comienzas a caminar un poco, haciendo que tus tacones resuenen en las paredes, mientras que yo, con cierta intriga, y como cazador furtivo, te sigo a tus espaldas, siguiendo el ruido de tus pasos al caminar, y que con toda certeza me llevará hacia lo cálido de tu piel morena.
    A pesar de la poca luz, de la densidad de la noche, tus pasos me conducen hacia un triste, vacío y frío lugar, donde ahí no hay más luces que el de las estrellas y no hay más ruido que el de mi respiración y el palpitar de mi corazón. En cambio, estás del otro lado, con ojos retadores, con una sonrisa burlona, en espera del primer golpe.
    Conforme me acerco a ti, me puedo percatar de los detalles que adornan tu presencia: una figura menuda, cabello castaño con un olor a flores, al igual que el resto de tu cuerpo, envuelto en un vestido oscuro entallado, donde cada detalle de su figura se revela de forma provocativa.
    No termino de acercarme a ti cuando me atraes a mi fatal trampa, con un beso largo reduces toda posibilidad de que escape, y de repente, los papeles se invirtieron: te convertiste en una fiera, que devoraba todo mi ser en cada beso, y a pesar de ello no quería escapar, y de pronto me deje llevar por tu cuerpo.
    Nuestras pulsaciones aumentaron, y con ello el calor vino a recordarnos que no había la necesidad de vestirnos; y con languidez frenética, me voy alimentando poco a poco de ti, mientras que tu aroma a flores se va diseminando por todo el ambiente; y en el momento final, cuando el ritual estaba a punto de culminar, una explosión llenó nuestros sentidos, y nos dejó en un momento de placidez.
    Me miraste a los ojos, no de la manera provocativa, sino con ternura, me abrazaste con fuerza, sintiendo en comunión nuestros cuerpos, y después de un beso enamorado propusiste que serías tú la que elegiría nuevas circunstancias para volvernos a encontrar, como lo hemos hecho a lo largo de nuestro matrimonio.