LA GENTE CUENTA
Cae la tarde, las nubes se agrupan en la atmósfera dando un aspecto sombrío, dejando menos posibilidades al Sol de brillar por última vez antes de que la Luna haga lo suyo, y un viento helado azota y cala hasta los huesos. Yo solo observo como la gente camina, acompañada de sus parejas, mientras que mis ojos reflejan una añoranza de hace mucho tiempo.
A medida de que la temperatura desciende, las nubes cubren por completo la bóveda celeste y una ligera oscuridad se apropia de los cuerpos en la Tierra, yo sigo sentado de un puente, con los pies descolgados del filo, balanceándolos, mirando siempre hacia abajo y con unas incontenibles ganas de llorar, pero, ¿por quién?
Recuerdo su rostro, recuerdo su voz, recuerdo su risa cada vez que bromeábamos, cuando el tiempo era lo menos importante y lo único que teníamos era el uno al otro, añoro su sonrisa cada vez que le daba un regalo: Un dulce, un chocolate, un mazapán. Y esas dulces palabras tras un abrazo: Muchas gracias, sabes que te quiero mucho.
Pero de un tiempo a otro cambiaste: te volviste inestable, cada vez que estabas en problemas me necesitabas, pero fuera de ello ya no significaba nada para ti. Intentaba volver a llamar tu atención y recibía… o mejor dicho, no recibía respuesta. Y llegó el Año Nuevo. Quería comenzar el año contigo, quería dar el paso definitivo. El teléfono suele ser un aparato frío e insensible.
Y aquí estoy, en un puente, con los pies descolgados del filo mientras se balancean, con las nubes encima y un frío incontenible, mirando a las chicas y a los chicos juntos, besándose, abrazándose y tratando de mitigar el frío con sus cuerpos. Con unas terribles ganas de llorar.
¿Pero por quién? ¿Por alguien que me usó de parapeto cuando tenía problemas? ¿Por alguien que decidió hacerme a un lado cuando yo quería demostrarle lo mucho que me importaba?
El cielo se oscurece. De mi abrigo saco una carta, la prueba fehaciente de mi sufrimiento; y la hago pedazos. Caen en el agua, y al mismo tiempo me incorporo. Me pierdo entre la gente, con mucho frío, mirando a las personas, con unas incontenibles ganas de llorar.