
LAGUNA DE VOCES
Es bueno que lleguen las lluvias, porque sirven para apacentar el polvo, la tierra que sale de todos y se convierte en una segunda piel, pasadas tantas semanas de frío primero, luego calor, sin gota de agua en las nubes. La tierra se muere y también la ilusión de los campesinos. Eso es lo peor, porque en el campo todo pierde sentido cuando se sabe por anticipado que la cosecha de agosto será mísera, pobre pues, la antesala de un año completo de carencias.
Por eso qué bueno que llueva, y que, con todo y las molestias en las ciudades, también quienes en ellas viven, puedan tener segura la comida que llega de los mares de maíz, frijol, calabaza, y todo lo que después llena los platos, atacando de risa a los que comen gustosos.
También lleva calma a los panteones, donde reposan nuestros muertos, porque hace que nazcan de sus huesos, de los polvos de sus huesos, raíces que se juntan a las de los árboles, de las flores, y es entonces, solo entonces, cuando empieza el milagro de la resurrección a la vista de todos, en pirules verdes como donde no hay, ramos grandes de margaritas blancas, de nubes. Los camposantos se ponen hermosos apenas la lluvia se hace diaria, y luego de aparecer con ganas de espantar, hasta con granizo, de repente agarra su paso y ya lo hace hasta con un ritmo de música, de esa llena de nostalgia que recuerda a los que se fueron cuando vivos.
A veces, pero muy raras ocasiones, y no en marzo, ni abril, ni mayo, se sueltan aguacerazos que dejan lagunas en las calles de cemento, que hacen lodazal en la tierra de los difuntos. Eso quiere decir que el cielo anda destantiado, pero pasa rápido, ni quién se dé cuenta, y le digo que agarra su paso.
Las noches llegan a ser frías, pero ya con el calor que se viene, sirve para nivelar los meses que están por venir.
En Pachuca, todas las calles se lavan la cara y amanecen limpias, después de tanta tierra y tierra, que parecía como si las personas se desmoronaran nadamás porque sí, o se hicieran vapor de tierra.
Lo que si puede ser cierto es que empiece a faltar menos el agua, porque llueve, porque después de todo no estamos tan alejados de la mano de Dios, y con una o dos semanas así, se asegura el campo, las casas, la vida misma.
A todos nos gusta el agua, porque como dicen, es vida, y sí es cierto, porque puede ser que la Tercera Guerra Mundial sea por eso, por ver quién se queda con las reservas de agua de otros países.
Ayer llovió.
Vaya que hacía falta.
Porque más semanas sin agua y todo se hubiera hecho un desastre, aunque en algunas partes ya no va a servir de nada.
La tierra y el cielo a veces no se quieren, o no se reconocen, o se desconocen, y es cuando a todos nos preocupa si habrá comida, si ni frijoles, si ni calabazas.
Por eso es bueno que llueva.
Mil gracias, hasta mañana.
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@JavierEPeralta