Entrevista con “El Chapo”, manual para espía hollywoodense

SUBMARINO POLÍTICO

La cinematográfica prosa del actor Sean Penn donde nos relata su encuentro con “El Chapo” Guzmán puede tener muchísimas lecturas. Pero destaca una: Hacer las cosas al estilo de las películas de acción traerá como consecuencia que al final salgan mal. 

Penn comienza su texto describiendo las armas de un espía: teléfonos celulares desechables de la marca Tracphone (uno para cada día o contacto); códigos de comunicación; Blackphones, altamente seguros por la codificación de datos, utilizados por gobiernos y empresas, un teléfono de esta marca cuesta en México poco más de 12 mil pesos; direcciones de correo anónimas y mensajes sin enviar, guardados en la bandeja de salida.

Al narrador, Penn, le horroriza más la tecnología que el capo que está a punto de entrevistar. La conspiración tiene lugar en un hotel de Nueva York donde se hospeda el presidente Peña Nieto con motivo de la Asamblea General de la ONU en septiembre pasado. Si esto va más allá de la casualidad, “El Chapo” estaría enviando un macabro mensaje al Presidente de México; le está diciendo que sus tentáculos pueden estar mucho más cerca de lo que cualquiera podría imaginarse. 

Luego viene la brillante deducción de Sean Penn: “’El Chapo’ es antes que nada un hombre de negocios, que sólo recurre a la violencia cuando lo considera ventajoso para sí mismo o sus intereses comerciales”, descripción perfecta para un personaje de telenovela mexicana, no para uno de los más buscados del mundo.

Y surge la conmiseración propia del adicto: “Somos los consumidores y como tales somos cómplices de todos los asesinatos, de toda la corrupción existente en la capacidad de una institución para proteger la calidad de vida de los ciudadanos de México y los Estados Unidos”. Sean Penn se construye un personaje para justificar así su ingenuidad política e inexperiencia periodística. 

Todo el plan parecía perfecto y estuvo lleno de acción, pero Sean Penn y Kate del Castillo sirvieron sin saberlo para dos fines; por un lado fueron el instrumento que el capo sinaloense utilizó para sus fines de propaganda, aunque Penn lo confunda con periodismo. Pero también sirvieron como el cebo que hizo salir a la presa de su madriguera y ayudaron al gobierno mexicano a lograr la captura. 
Periscopio. El papel de periodista podría ser el último llamado que reciba Sean Penn en su carrera profesional como actor. El ala conservadora de la sociedad estadounidense, que es mayoría, cobrará a Penn un precio muy alto por la osadía de haberse reunido con uno de los criminales más buscados por los gobiernos de México y EU. Las distintas bromas de las que fue objeto Penn el pasado domingo en la entrega de los Globos de Oro es apenas el comienzo de su destierro de la meca del cine. 
En el radar. Luego de la captura con el trillado “Misión cumplida” como colofón, el gobierno mexicano se enfrenta a una encrucijada: Deportar a “El Chapo” podría convertirse en un arma de doble filo; ya que, como lo pidió López Obrador, el sinaloense tendría que señalar a los políticos que lo han apoyado y viceversa.

Si el actual gobierno se pierde en los laberintos de la ley y se evita la extradición (o peor aún, se vuelve a escapar) quedará como cómplice de facto frente al gobierno de EU. 

Bitácora de lo absurdo. Kate del Castillo llevó más allá del set de televisión su papel de Teresa Mendoza en la “Reina del Sur”, al convertirse en mediadora de un grupo criminal con el actor, activista, periodista y ex esposo de la cantante Madonna. Tanto, que la PGR citará a declarar a la actriz en calidad de testigo. El escritor Arturo Pérez-Reverte salió en defensa de Kate vía Twitter: “Me gusta que en cierto modo sigas siendo Teresita Mendoza. Un beso por los viejos tiempos, mi chula. En memoria de ‘El Güero’”. El escritor español debe tener la memoria muy corta, ya que en 2011 dijo al periódico español ABC que la serie de tv “La reina del sur” era “cutre”, que estaba “llena de errores intolerables” y era un “disparate infumable”. 
t@LeoAgusto 

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