Entre líneas

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Si no hay un “SÍ”, es NO

A fin de promover el Día Internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer (25 de noviembre), es oportuno analizar los estereotipos de género que existen, en los casos de violencia sexual contra una mujer, que atentan no solo contra la libertad sexual de ésta, sino contra su intimidad y su dignidad como ser humano.

El estereotipo de género más frecuente, es decir, lo que se espera debe suceder cuando una mujer es agredida sexualmente, es que ésta oponga resistencia física “heroicamente”, incluso poniendo en riesgo su vida, suponiendo que si no esta conforme con la relación sexual debiera defenderse con uñas y dientes, no importando que con ello se coloque en un peligro mayor, lo cual se concibe de esa manera ante la falsa creencia de que únicamente puede demostrarse la falta de consentimiento para una relación sexual peleando o forcejeando “como fiera”, sin embargo, esta es una imagen hollywoodense, nada apegada a la realidad.

Lo cierto es que para que se entienda claramente la voluntad de una persona, ésta puede manifestarse tanto expresa como físicamente, y en éste último caso, una negativa en el comportamiento no necesariamente se presenta mediante la violencia física.

Por ejemplo, cuando se le regaña a una niña diciéndole “¿quieres que te castigue?” generalmente aquélla se quedará callada pero su silencio de ninguna forma implica que está de acuerdo en ser castigada, sino, por el contrario, que el temor que siente al castigo, la invade de tal manera que el miedo hace que se quede quieta, sin moverse, esperando la agresión.

Algo similar sucede con algunas mujeres cuando son agredidas sexualmente, su voluntad se anula por el miedo y el temor que las invade al verse potencialmente lastimadas, pero esa falta de resistencia física, que “equivocadamente” se interpreta como si estuviera de acuerdo en sostener la relación sexual, no significa en forma alguna que consienta el terrible ataque a su ámbito personal.

Por el contrario, cuando una mujer no expresa su consentimiento para decidir sobre el ejercicio de su sexualidad, diciendo “SI”, y guarda un profundo silencio acompañado de un comportamiento de sumisión o incluso temor, evidentemente esta ante una negativa al acto sexual.

De ahí que, debe entenderse con puntual claridad que cuando una mujer no consiente una relación sexual en forma categórica, refiriendo un “sí quiero” o “sí”, cualquiera que pretenda tener algún tipo de acercamiento con ella, debe detenerse, porque ese silencio es un “NO”, y de avanzar en sus dañosas intenciones, solo conseguirá ser autor de un delito y acreedor a una pena de prisión.

Por lo tanto, si bien la “cultura de la violación” se ha introyectado inconscientemente en la mente de muchos hombres a través de la industria cinematográfica, que enaltece la “pseudo hombría” y la imagen de un macho dominante y agresivo, en la que pareciere que la violación es un acto que disfrute la mujer, baste recordar al poeta mexicano Octavio Paz, en su obra “La llama doble” en la que relata la conexión que existe entre el sexo, erotismo y amor, y en su “Carta Creencia”, que refiere: “…Tal vez amar es aprender a caminar por este mundo. Aprender a quedarnos quietos…Aprender a mirar…”

 En conclusión, debe abandonarse definitivamente la errónea idea de que una mujer está conforme en sostener una relación sexual si no dice nada y se queda callada, o si no dice textualmente que no, o si no forcejea, porque aún bajo un terrible panorama de ataque sexual, sigue siendo dueña de su silencio, por lo que si no hay un sí, es ¡NO!.