El miedo a la diferencia
Como los dedos de la mano, las notas musicales o las estaciones del año, las personas poseemos diferencias que nos hacen especiales y permiten que la diversidad enriquezca a la sociedad.
No obstante, aún con diferencias, ante la ley somos iguales (artículo 1º y 4º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos), y el trato debe ser “igual para los iguales y desigual para los desiguales”, sin sesgos de discriminación negativa o exclusión, lo que consideraron desde hace más de dos siglos (1812) José Ma. Morelos y Pavón y Andrés Quintana Roo en los “Sentimientos de la Nación” al precisar:
“(…) 15º. Que la esclavitud se proscriba para siempre, y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales y sólo distinguirá a un americano de otro, el vicio y la virtud.”
Por ello, al tener en cuenta la diversidad, es importante reconocer la vulnerabilidad de ciertos grupos por su condición especial o diferente, a efecto de promover el respeto a sus derechos en igualdad, sin discriminarlos, evitando los prejuicios –generalmente sin conocimiento previo- que propician la falta de inclusión social y que no se garanticen sus mínimos existenciales.
Al respecto, la Cumbre Judicial Iberoamericana, elaboró las Reglas Básicas de Acceso a la Justicia de las Personas Vulnerables –mejor conocidas como “Reglas de Brasilia”- a fin de garantizar el acceso a la justicia de las personas en condición de vulnerabilidad.
Por tanto, es preciso indicar que las causas de vulnerabilidad reconocidas en dichas Reglas son, entre otras, la edad, la discapacidad, la pertenencia a comunidades indígenas o a minorías, la victimización, la migración y el desplazamiento interno, la pobreza, el género y la privación de libertad.
En consecuencia, los grupos en vulnerabilidad son, por razón de edad: las niñas, niños, adolescentes y adultos (as) mayores; por la discapacidad: quienes presentan alguna diversidad funcional física (motriz o motora), mental, intelectual o sensorial (psicosocial); por su pertenencia: los pueblos indígenas; por los movimientos migratorios y de desplazamiento interno: las personas extranjeras o foráneas; por el género: las mujeres y personas de la comunidad LLGBTTTIQ, y finalmente quienes viven en pobreza y privadas de su libertad.
Sin embargo, a pesar de que los derechos de estos grupos han sido reconocidos y tutelados tanto en el ámbito nacional como internacional, su desconocimiento por la población en general es evidente, y genera, lamentablemente situaciones recurrentes de discriminación.
Por tal motivo, es de vital importancia conocer las particularidades de cada grupo, qué los hace diferentes y vulnerables, para entender que sus derechos específicos únicamente les colocan en un plano de igualdad ante el resto.
Así, es preferible que antes de hablar, prejuzgar y actuar por miedo a la diferencia y a lo desconocido, nos demos la oportunidad de entender que cada uno es valioso en sí mismo, y como dice Abdul Baha comprendamos que “La diversidad en la familia humana debería ser causa de amor y armonía, como lo es en la música donde diferentes notas se funden logrando un acorde perfecto.”.
En tal virtud, próximamente se abordará el estudio de cada grupo en vulnerabilidad, para entender que, lo que los aleja de cada uno de nosotros no son sus diferencias o sus diversidades, sino la falta de empatía y tolerancia que causan la heterofobia, xenofobia o intolerancia a la incertidumbre.