Entre líneas

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¡Aguas con el agua… y con nuestra madre Tierra!

Curiosamente cuando amanece la contaminación ambiental al máximo, (porque a la auditiva y visual –lamentablemente- ya nos estamos acostumbrando) o sucede algún desastre natural o cuando vamos de vacaciones en busca de algún lugar paradisiaco –de los que, por cierto, hay muchos en nuestro país- tendemos a la reflexión sobre el equilibrio del ecosistema.

Para ello, el derecho ambiental busca regular la interacción entre el medio ambiente natural y la humanidad, a fin de reducir los impactos negativos de la voracidad humana con fines económicos, entre ellos, la contaminación.

Así, por su importancia, se ha conseguido reconocer internacionalmente a los derechos ambientales entre otros derechos sociales, como son los derechos económicos, culturales y de los pueblos indígenas (DESCA), destacando entre los primeros como un derecho humano, contar con un medio ambiente sano y tener acceso al agua potable de calidad y asequible.

Sin embargo, es lamentable que con las recientes lluvias se evidencie la contaminación y la insuficiencia gubernamental para prevenir y evitar las consecuencias que aquélla ocasiona, como es la basura en las calles, que al tapar las coladeras acarrea inundaciones en las vías públicas dignas de “memes” alusivos a películas taquilleras como “El Titanic”.

Pero es sencillo criticar los errores de otros, sin embargo, siempre debe apostarse a una crítica constructiva, ya que la observación de los errores ajenos es la oportunidad para proponer soluciones, que incluso ya se han puesto en marcha en otras latitudes, como Suecia.

Por ejemplo, aprovechando la globalización y las modas, encontramos el plogging, que es un deporte no competitivo que implica correr (jogging) y recoger (plocka upp) basura, de tal suerte que, mientras realizas tu rutina diaria al correr, llevas una bolsa para guardar basura y recoges la que encuentras a tu paso. Así, el beneficio es personal y colectivo, tú quemas más calorías por el esfuerzo que implica agacharte a recoger la basura e incorporarte nuevamente a la marcha, mientras que ayudas a tener un medio ambiente libre de contaminación, y a la postre, un lugar más atractivo al turismo, saludable para tu familia y sin inundaciones.

Es importante precisar que los países en desarrollo invierten lo suficiente en sistemas de recolección de basura, pero también educan a su población a reciclar, reutilizar y emplear los beneficios del manejo adecuado de los desechos.

Otra manera de contribuir a la mejora del medio ambiente es la utilización de energías limpias (porque no emiten gases de efecto invernadero) también llamadas renovables, como son: la solar, eólica, hidráulica, geotérmica, oceánica, y de la biomasa. 

Y en este campo, las ciudades famosas por “sus bellos aires” no debieran perder la oportunidad de aprovechar la energía eólica para generar riqueza sustentable y además disminuir la contaminación.

En ese sentido, si lo que se pretende es estar “a la moda”, los gobiernos deben pensar seriamente en la utilización de este tipo de energías no solo porque favorece a la economía sino al único planeta que hasta este momento la mayoría podemos habitar.  

Por ello, instrumentos internacionales como el Protocolo de Kioto (2005) y el Acuerdo de París (2015) sobre el calentamiento global por los gases invernadero, nos recuerdan que no se trata de un compromiso individual, sino global. 

En consecuencia, ¡aguas! ¿por qué esperar?, pues como dice el proverbio de los indígenas americanos Cree: “Solo cuando el último árbol esté cortado, el último río envenenado y el último pez atrapado, te darás cuenta de que no puedes comer dinero.”