PIDO LA PALABRA
Encanto es lo que tienen algunos, hasta que empiezan a creérselo; y cuando eso sucede, la poca simpatía que emanaba de aquel personaje se va inmediatamente por el canal del desagüe; y sin recato alguno, ese falso encanto convertido en petulancia hace que se pierda piso, que se empiece a creer que su palabra es ley y que todos están para satisfacer sus deseos; su tendencia a sentirse el centro de atención es lo que motiva a los arrogantes vanidosos de todos los tiempos.
Ahora, traslademos esa premisa a lo que está sucediendo en el entorno político y social de nuestra realidad estatal; sin excepción alguna, todo aquel que ostenta o pretende algún cargo público o de representación social, se cree investido con un halo mágico que lo hace sentirse diferente al resto de los mortales, y sus reacciones adquieren todos los matices y tonalidades en función de los objetivos que persiga.
Hay gente que se pasa toda la vida persiguiendo a la liebre, y otros sin correr, la alcanzan, a estos últimos, cuyos méritos desconocidos les han dado el regalo de ostentar algún cargo de representación, transforman su personalidad de la noche a la mañana y se sienten el gurú de la política; así me ha tocado lidiar con gente que en lugar de decirnos su nombre, siempre avientan por delante el título o el cargo que ostentan; si no hay madurez, hasta el más modesto de los cargos públicos nos hace perder el piso.
El que nunca ha tenido, hasta con su mugre se engrandece, esto me viene a la mente al recordar esa célebre frase pachuqueña de hace no mucho tiempo: “si nos van a criticar por hacer obras como ésta, que nos sigan criticando”; la vanidad y la soberbia por delante.
Esa soberbia y la serie de yerros cometidos por los gobernantes en turno, es factible que les cueste la continuidad en el poder, y probablemente la alternancia ya se está asomando en el horizonte.
Y los que vienen no cantan tan mal las rancheras, aún no han ganado nada y ya se sienten la “neta del planeta”. Pero el pez por su boca muere, su vanidad los hunde, su soberbia cada día los dejará más solos que nunca, su arrogancia los llevará por el camino que tiene por destino a la intolerancia, y por ello, la ciudadanía los llevará por la vía alterna de la derrota, sobre todo a aquellos que, teniendo un cargo público actual, lo abandonaron por la ambición de ir por otro que les garantice seguir vigentes en la nómina pública.
En fin, como quiera que sea, los suspirantes ya están en el lugar anhelado, aunque es predecible que los resultados que se obtendrán dejarán en la tablita a la legítima representatividad de los vencedores, por el hueso se pelean hasta con los de casa; el hecho es que de acuerdo a nuestra normatividad electoral, los ganadores en la contienda del 7 de junio lo serán de pleno derecho, mayoría súper relativa; visto así, ganarán no los mejores, pero si quizá los menos malos; y ese voto que les dará la victoria electoral no deberá ser interpretado con matices triunfalistas, sino más bien como la enorme responsabilidad que el cargo que el pueblo les conferirá
Deberán despojarse de su vanidad y su soberbia, y entender que su labor de primera instancia y cuya inercia deberá ser fundamental en toda su gestión, será la de limpiar la casa, recuperar la pésima y hasta grotesca imagen que los políticos tienen, de todos los niveles; pues hoy día no hay ninguno político que pueda fingir demencia y decir que no se ha dado cuenta de que a ese ilustre sector de la población no los bajan de flojos, levanta dedos, dormilones y corruptos; remar contra corriente será la ardua tarea que les espera para recuperar la credibilidad del ciudadano; deben curarse ese desprestigio crónico de cínicos que les han heredado por lustros.
Desde la perspectiva de un simple ciudadano que soy, en los que hoy suspiran por un cargo público, solo he visto ambigüedades, conceptos generales, demasiado especulativos, carentes de imaginación y algunos a leguas se ve que el ser candidatos es su única meta; ya me veo escuchando las mismas promesas atoleras de cada proceso electoral; vamos, hasta el estribillo de políticos sabelotodo que usan en sus presentaciones denota la improvisación de muchos de ellos; candidatos al vapor que solo servirían de comparsa en la democracia dirigida.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.