HOMO POLITICUS
Ante el claro anquilosamiento de la democracia representativa en donde la partidocracia presenta un resquebrajamiento y ha dejado (por si alguna vez lo fue de manera parcial), de ser conductor social y, ante la democracia participativa, que hablaría de un elemento de acción cognitiva de los ciudadanos frente al sistema político y, en específico a su grado de organización, ha surgido un nuevo modelo denominado “democracia radical”.
La democracia radical es producto de un activismo de movimientos sociales que en un ánimo de ruptura con las formas de participación e inserción comunes, -por no decir tradicionales, ante el peso de su inmovilismo-, han dado paso al procesamiento y tratamiento del problema social a través de un sentido infrapolitico, es decir de formas que intentan imponer micro-órdenes para encausar cuestiones sociales.
La infrapolitica no puede ser caracterizada fuera de lo legal, pero sus estrategias no son de orden común y pueden ser no abiertas, ello genera condiciones de respuesta ciudadana cuyo impacto desata reacciones no contempladas de la esfera gubernamental, dadas las condiciones emergentes de las mismas. Pensemos en las condiciones de los grupos antiglobalización y algunos globalifóbicos.
Dos factores sobresalen sobre el advenimiento de la democracia radical: 1. El grado de descontento social hacia una institucionalidad de interés e incluso servir.
- La inoperatividad y eficiencia política del estado y, en concreto del Estado capitalista.
En este entramado, los efectos de las presiones sociales “desde abajo”, invierten el esquema de soluciones operativistas y tecnocráticas del Estado, generando un efecto de insurgencia ciudadana que modifica desde “abajo”, la distribución del poder inmediato de procesamiento del conflicto, abriendo posibilidades de presión política y diálogo a partir de las expresiones organizativas que le guían frente al orden sistémico.
La democracia radical apela a una constructo político que encarna desde la ciudadanía la movilidad de las acciones frente a la esfera pública, es un rechazo abierto al distanciamiento de la elites de la masa social y una advertencia a las formas de representación tradicionalistas de la partidocracia, al tiempo, que va más allá de la llamada democracia participativa porque sus formas de influencias tienen un carácter orgánico infrapolitico.