
RETRATOS HABLADOS
El poder, su ejercicio, el camino para alcanzarlo, el Padre Tiempo que finalmente es el único que lleva a perderlo, son los dos elementos que siempre causan estragos en cualquier político, lo quiera o no, lo acepte o lo niegue. No hay forma de evitar sus efectos, en el caso del primero, de tipo enervante; en el segundo, porque resulta ser el único antídoto contra el estado de absoluta desconexión de la realidad que genera el poder. A veces incluso debe ser tan drástico en su tarea única de salvar el alma del que levita sin ser un santo, que procede a liquidarlos.
A todos nos atrae el poder, a muy pocos se les da su ejercicio. En la mayoría de los casos el ciudadano simplemente tiene noticias de que alguien logró alcanzarlo, para poseerlo, tenerlo en sus manos por seis años. En la costumbre de no ser siquiera espectadores, se saben los que padecerán o disfrutarán su ejercicio en manos equivocadas o, todo lo contrario.
No hay recetas para la construcción de seres humanos que no sucumban a sus mágicos poderes, su capacidad para aceptar como realidad lo que es irreal, su vocación única de transformar a un ser humano “normal”, en el que es capaz de convertir el mundo entero a imagen y semejanza de lo que solo él ve, él toca, él goza.
Sus poderes son, sin embargo, irremediablemente incurables, y es en ese momento cuando el Padre Tiempo es llamado a escena como única vía de solución para invitar al retiro del que ha enloquecido.
Y es en ese momento cuando el hombre de poder debe salir por la puerta trasera del escenario, por la simple y sencilla razón de que fue derrotado por todo lo que el poder trae consigo.
Pocos logran salir indemnes del reto más grande para un ser humano en toda la historia de la humanidad. Son unos cuantos, pero marcan el destino del mundo entero.
Por esa razón siempre es conveniente que, a quien está a punto de tomar el mando, el destino de todos los hidalguenses en sus manos, se le advierta si al concluir su mandato desea que le sea aplicada la solución final del tiempo, o dejarlo como uno de esos casos únicos en el que su paso dejó un recuerdo amable.
Mil gracias, hasta mañana.
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@JavierEPeralta