EN EL VALLE DEL MEZQUITAL/ REPORTAJE PARTE 1
• Una tradición desde hace más de 100 años
• Nunca ha recibido algún recurso o proyecto por parte de alguna institución privada o dependencia gubernamental
Tres artesanos de la comunidad de La Nopalera, en el municipio de Alfajayucan, son los que mantiene viva una tradición que nació hace más de cien años, sin embargo las esperanzas de que esta costumbre se siga heredando a futuras generaciones, se apagan día con día.
Se trata de artesanías hechas de palma e ixtle, en colores rosas, verdes, morados, amarillos, naranjas, blancos y azules, principalmente; la variedad consiste de sonajas en forma de “gallitos”, canastas, bolsas, fruteros, burritos, aventadores, que son algunas de las cosas que se pueden hacer con estos materiales.
Herencia transmitida
En entrevista para Diario Plaza Juárez, “la mamá” quien es llamada así por su familia, con edad de 69 años, madre de 12 hijos relató que esta costumbre “ya tiene muchos años” le fue enseñada por su “papá y mamá”, que a su vez aprendieron de sus padres (abuelos de “la mamá”), además de que hace aproximadamente 25 o 30 años casi toda la comunidad se dedicaba a esta actividad.
Por su parte los 12 hijos de esta artesana también saben trabajar ambos materiales, desde la mayor que tiene 51 años hasta la menor de 24 y algunos de sus nietos, dos sus hijas de recuerdan cómo es que hace tiempo llegaba “un carro grande y llevaba muchas gruesas de sonajas, de tenates” y más artesanías “pero hace mucho la señora que compraba ya dejó de ir”, convirtiéndose esta en una de las razones por la cual la gente dejará de trabajar la palma y el ixtle, pues “tenían que buscar otra manera de vivir”.
“la mamá” aprendió a “tejer la palma” a los ocho años, casi la misma edad en la que sus hijos heredaron esta costumbre. Haciendo un sondeo entre sus hijos que estaban presentes, la edad promedio en la que obtuvieron este aprendizaje fue de los seis a los ocho años; explicaron que empezaron “tejiendo las patitas de las sonajas” y con el tiempo les iban enseñando a elaborar el resto de las artesanías.
Se dedicó completamente a esta actividad a los 17 años “desde que se casó con su esposo”, quien falleció hace ya 14 años, sin embargo ella no dejó de trabajar estas artesanías, pues era su única fuente de ingreso.
Sin embargo no sabe quién exactamente fue la primera persona que les enseñó a los demás a trabajar este material, aunque dice que antes su abuelito le contaba que “llegó un señor y una señora, que aquí se casaron, no eran de aquí, pero que ellos les empezaron a enseñar a trabajar la palma”, sin embargo desconocen de donde eran estas personas.
Venta de artesanías ¿Fuente de ingresos?
A pesar de que hace años está fuera su principal fuente de ingresos y con la que sacó adelante a todos sus hijos, actualmente ya no es su sustento principal, pues “la gente no quiere comprar”, por esta razón sus hijos vieron la necesidad de emigrar a los Estados Unidos, o dedicarse a otras actividades para salir adelante, por ello no se dedicaron al 100 por ciento a esta actividad, hoy en día sólo una de sus hijas le “ayuda a hacer sus canastas, sonajas y bolsitas.
Sin embargo luego de que la señora que les “compraba por muchas gruesas” y que exportaba la mercancía a Estados Unidos, dejará de consumirles; “la mamá” comenzó a salir a otros lugares a “ranchar” con otra señora de su pueblo, actualmente lleva más de 25 años vendiendo en fiestas y tianguis de otros municipios, como son Huichapan, Tetepango, Pachuca, El Arenal, Zimapán, Progreso, Santiago de Anaya “cuando hay su fiesta”, se va de dos o tres días a dichos lugares, donde afortunadamente conoce gente que le da “permiso dormir en sus casas desde hace años”.
A través de ello se dio cuenta que vende y le pagan mejor su mercancía “antes estaban pagando barato”, saliendo así a ranchar antes “no salia para el gasto, no más esperando que vinieran”, luego de que muriera la señora que le “enseñó a ir a vender a otros lados, me iba con mis hijos” o con los otros dos artesanos que aún quedan en el lugar.
Actualmente una sonaja se la pagan en 25 pesos, hace años le daban 25 centavos, las canastitas las vende en 50 pesos, bolsitas en 30, 15 y 25 pesos. Estas artesanías salen de una gruesa de palma, que contiene 12 docenas de ramitos y le salen en 500 pesos, además de invertir en pintura, plumas e ixtle.
SE PIERDE LA TRADICIÓN
Algunos de los factores que han influido para que esta tradición se vaya perdiendo son la migración a Estados Unidos, así como a otros estados, además de que la “gente ya no se quiere dedicar a esto o ya no le da tiempo” y la dificultad con la que ahora consiguen los materiales.
En entrevista dos de las hijas de “la mamá” dijeron que la gente dejó de tejer ya que los hijos de las personas del pueblo, comenzaron a irse “ al otro lado” para buscar una mejor manera de vivir, entonces llegaron las aguas de riego y empezaron a dedicarse al campo, al ganado entre otras cosas. Por su parte explicaron que ellas no podían vivir del ingreso de las artesanías, ya que mandaron a sus hijos a la escuela y lo que ganaban no era suficiente para mantenerlos.
Además de que hoy en día es más difícil conseguir los materiales para elaborar dichas artesanías, pues la palma que ocupan solo se da en “una comunidad, allá por Tolantongo” y la gente ya no la cultiva como antes, pues ahora el lugar ha sido explotado para el turismo; las plumas y la pintura que ocupan para decorar las consiguen únicamente en la Ciudad de México ya que “son especiales y no se consiguen aquí”.
Elaboración
El proceso de trabajo para sacar estos productos no es nada fácil, una vez que compran la palma “la rajan”, que consiste en separarla una por una con un cuchillo y posteriormente dividirla en diferentes grosores, dependiendo para qué serán ocupadas, luego de ello las pintan, en un bote grande ponen agua a hervir al fogón, agregan la pintura que viene en polvo, y meten la palma, después la ponen a secar y una vez que van a ser manipuladas las humedecen para que sea más fácil su manejo.
En el caso del ixtle, lo único que ella realiza con él son fruteros, primero cepilla el ixtle para “quitarle lo feo”, luego lo va enrollando par darle forma y cocerlo, posteriormente es decorado con la misma pintura que utilizan para la palma, para ello hay una persona que le ayuda a decorar pues antes de que su esposo falleciera él era quien realizaba la pintada de los fruteros.
En promedio le dedica seis horas diarias al tejido de sus artesanías, en tres periodos de dos horas cada uno; para terminar una canasta se tarda de dos a tres días, en algunas artesanías como las sonajas invierte 20 minutos de tiempo, cada uno de sus productos tiene un tiempo diferente de elaboración.
Apoyo de gobierno o instituciones
A pesar de llevar muchos años en la elaboración de este material, nunca ha recibido ayuda de ninguna institución de gobierno o del sector privado, así mismo no conoce de ningún tipo de apoyo que le puedan ofrecer, tampoco se ha acercado a ninguna dependencia pues tanto como ella y sus hijos desconocen de alguna que ofrezca apoyos de este tipo.
Sin embargo recordó que hace un año y medio aproximadamente, el Consejo Supremo Hñañhu se acercó a invitarla a participar en “El Encuentro Anual del Pueblo Hñahñù”, en esa ocasión como parte de la difusión del evento fue llevada a Radio y Televisión de Hidalgo a una entrevista, en donde dio a conocer sus artesanías.
Durante este evento recuerda que le dijeron “que le iban a ayudar para una vivienda, para hacer mi casa”, pero hasta la fecha no supo nada de ese recurso.
No se pierda mañana la segunda parte de este reportaje, donde mencionaremos la postura del Consejo Supremo Hñañhu sobre este caso.