A veces es difícil encontrar un calificativo que exprese claramente lo que se piensa de aquellos que, aprovechándose de las necesidades del pueblo, pretendan sacar ventaja a costa de generar conflictos sociales que enfrenten a la sociedad con el estado de derecho, y es difícil no tanto porque estos calificativos no existan, al contrario, los hay y de muy buena manufactura, el problema es que las normas de la decencia y el respeto a nuestros lectores nos impide echar mano del florido lenguaje que bien podría ajustarse a las conductas de quienes hoy se dedican a la noble arte de la política.
Por lo tanto y a riesgo de quedarme corto me conformaré por el momento con decirles únicamente “!parásitos de la política¡”, y me refiero a todos aquellos que viviendo del presupuesto creen que el resto de la gente somos unos retrasados mentales sin posibilidad de entendimiento y que estamos prestos a solapar todas sus aberraciones, engaños y miserables ambiciones que lo único que merecen es nuestro desprecio.
La incongruencia y la arrogancia es el común denominador de aquellos que están enfermos de poder y han perdido piso, ya que hoy dicen una cosa y mañana dicen lo contrario y en ambos casos pretenden tener la razón, como si los ciudadanos no nos diéramos cuenta de tantas sandeces que expresan en su ridícula perorata; con actitudes y personajes de ese calibre no veo cómo pueda avanzar la democracia mexicana, más aún si ésta está alcanzando niveles de grotesca comedia de la mano de candidatos como los que hoy pretenden gobernar el Estado de México.
Estas alocuciones de personajes de la vida política que viven de los impuestos de los mexicanos no tendría mayor relevancia si es que no estuviera de por medio la tranquilidad del País, estamos llegando a un punto en donde impera la ley del machete y de las bombas molotov, los narcomensajes tirados desde helicópteros, muertos arrojados desde avionetas, acusaciones jurídicamente infundadas pero mediáticamente efectivas; estamos en el cenit donde los políticos se sienten con derecho de mandar al diablo a las instituciones, pero en los hechos, ellos están viviendo del presupuesto que dichas instituciones les han conferido al amparo de la ley que desprecian y violan con la mano en la cintura.
Privilegiando la intolerancia agraden y provocan a quienes no les siguen su nefasto juego y de inmediato esconden la mano después de haber arrojado la piedra; echando la culpa al agredido el haber propiciado la citada agresión, solo por haber tenido la osadía de no pensar igual que ellos, eso sí, siempre escudándose cobardemente en la bandera de una ley interpretada bajo el escombro de su ineptitud, como en el caso de los partidos políticos, quienes deslindándose de las tranzas de aquellos que ellos mismos llevaron al poder, como en Veracruz, Chihuahua y Quintana Roo, por ejemplo, pretenden hacernos creer que el deslinde los cubrirá con el manto sagrado de la inocencia.
México no se merece esta forma de hacer política plagada de oportunistas y de radicales; nuestro País no se merece el nivel de la desfigurada izquierda que pretende representarnos a través de la concepción y apoyo de conflictos sociales no justificados racionalmente.
México no se merece a esa clase de políticos que pierden el tiempo haciendo grilla improductiva para la Nación pero con buenos dividendos para sus esquizofrénicos proyectos partidistas. Pero sobre todo, la ciudadanía no se merece a Representantes populares que no han estado a la altura de su investidura para resolver los conflictos que hoy son un flagelo para el País.
Los verdaderos ciudadanos pacíficos, (y no me refiero a los pacíficos de membrete que pintarrajean edificios públicos al amparo del anonimato que les da un pañuelo cubriendo su rostro) ya estamos hartos de declaraciones reaccionarias, fascistas, y de oportunistas que con discursos del siglo pasado solo esperan el momento para atacar a sus enemigos políticos como si ellos fuesen unas blancas palomas; ya estamos hasta la coronilla de que a toda costa y por cualquier medio se pretenda vulnerar la paz social que estoy seguro todos los mexicanos queremos.
Es menester reorientar el rumbo, pero a través de los cauces legales que se han establecido y consolidado en nuestra Carta Magna; ya no más violencia, ya no más chantajes.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.
Miguel Rosales Pérez