En búsqueda del tiempo perdido 

En búsqueda del tiempo perdido 

Por el derecho a existir

Es 2023 y ya casi se siente la antigua normalidad, después del nacimiento de una pandemia que crispó las diversas formas de sentir, desde el miedo hasta la solidaridad desbordada, quienes sobrevivimos mantenemos secuelas guardadas en recuerdos y algunas personas aún con estragos en la salud.

Se siente tan lejos y a la vez tan cerca, los relatos en las noticias dan cuenta ya de casi tres años en los que el mundo cambió y nosotros con él. Seguimos enfrentando a cuestas la soledad acompañada de las ausencias de aquellas personas que se fueron sin abrazos, sin rituales, sin una despedida y que por lo tanto persiste un vacío continuo que se narra de vez en vez con voces entrecortadas en distintos espacios.

La memoria histórica nos recordará en algún momento lo difícil que fueron estas anualidades, la incertidumbre vivida, los duelos postergados, los sueños truncados y, por qué no, también las oportunidades que se generaron, las nuevas ideas de negocio, la diversificación en las comunicaciones, el desarrollo tecnológico, la restauración o por lo menos un respiro para la naturaleza.

Definitivamente los aprendizajes son bastos, las heridas van sanando, a su paso, a su tiempo a veces duelen más y otras no tanto, recuerdo mucho la frase sobre la misma tormenta diferentes barcos, algunas personas solo tenían balsas o voluntad de sobrevivir, así que la empatía en esta anhelada recuperación es algo que debe prevalecer, mirarnos desde los privilegios frente a la adversidad de otros es mezquino.

La información ahora sobre el semáforo epidemiológico, las olas, las vacunas, parecen haber perdido valor, poco a poco regresamos al contacto humano a la calidez de los abrazos, a la incomodidad de los espacios concurridos, al transporte público repleto. Sin embargo, aunque parece alentador, las autoridades sanitarias insisten (sin mucho ánimo) en recordarnos que esto aún no termina y que los repuntes podrían continuar.

También nos han dicho que pasamos de una pandemia a una endemia, con la que conviviremos de manera continua, probablemente año con año, quizá en menos tiempo, ahora nos queda continuar confiando en los aportes científicos que den luz sobre las mejores medidas para la prevención y atención de esta enfermedad, que por cierto, ya al final del escrito, recordar con grata emoción, la entereza valor y profesionalismo del cuerpo médico de primera línea, quienes en algunos casos literalmente dieron la vida, merecen monumentos, pero sobre todo mejores condiciones laborales y salariales, al igual que el personal de limpieza que arriesgando la vida mantuvieron las condiciones sanitarias.  Y aquí continuamos existiendo.

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