Empoderamiento ciudadano, necesario para la democracia

Estamos ante un importante despertar ciudadano, este fenómeno es producto directo de la insatisfacción de la gente con las gestiones gubernamentales y la falta de cumplimiento de ofertas que los partidos y líderes políticos hacen durante sus campañas para acceder al poder

Es innegable que estamos ante un importante despertar ciudadano y una creciente exigencia de participación social en las decisiones públicas. Este fenómeno es producto directo de la insatisfacción de la gente con las gestiones gubernamentales y la falta de cumplimiento de ofertas que los partidos y líderes políticos hacen durante sus campañas para acceder al poder.
La crisis de fin de régimen que vivimos está enlazada intrínsecamente con el fenómeno de la globalización neoliberal que sujeta y somete a los gobiernos locales imponiéndoles políticas antipopulares, e impacta al conjunto de las instituciones, especialmente a los partidos.
Y si a ello aunamos los escándalos por actos de corrupción en los que han caído varios dirigentes partidarios y no pocos gobernantes, la indignación social se acrecienta contra “los políticos tradicionales”, que son identificados como los responsables de todos los males.
Ahora bien, el reto para los partidos y para los políticos profesionales, es entender esta situación y asumir que si no incorporan este reclamo ciudadano a sus esquemas de decisión, se acentuará la separación de sus estructuras tradicionales respecto de la demandante sociedad en la que, especialmente los jóvenes, las mujeres y los movimientos ambientalistas entre los más importantes, juegan un papel preponderante.
En otros países, la incomprensión de ese fenómeno ha derivado en el rebasamiento de los partidos políticos por los ciudadanos independientes, aunque la realidad, luego de situaciones críticas, termina por dejar claro que los partidos son necesarios, pero sólo vuelven a ser protagonistas cuando se reforman, se renuevan, se democratizan; es decir, cuando se “ciudadanizan”.
Aquí es donde se coloca el nuevo papel de la ciudadanía: en su empoderamiento político. Por eso, el verdadero redimensionamiento de los partidos radica en su interacción con este empuje de la sociedad, y en abrir paso a las nuevas generaciones para que empiecen a asumir las riendas de los nuevos tiempos.
En este sentido cobra relevancia el esfuerzo para integrar un Frente de tres partidos con miras a las elecciones de 2018, al plantear la urgencia de democratizar el poder público mediante la incorporación de propuestas de personalidades y organizaciones de la sociedad civil para elaborar una plataforma electoral y un programa de gobierno que sea, a la vez, base de un próximo plan nacional de desarrollo.
Escuchar y debatir con la sociedad, incorporar sus exigencias y propuestas, postular a varios de ellos como candidatos, y hacerlos parte de un gobierno de coalición que deberá surgir de las próximas elecciones federales para impulsar un cambio de régimen y reorientar la vida económica y social del país, e iniciando con la urgente atención de los problemas de la gente; asimismo, un gobierno que asuma que sea la sociedad la que vigile y fiscalice el cumplimiento de los compromisos asumidos.
Más que las candidaturas independientes, el verdadero empoderamiento ciudadano radica en esta vertebración con los partidos para democratizar el poder. En este punto de quiebre histórico en el que hoy se encuentra el país, una acción de esta naturaleza significaría una verdadera revolución democrática.
La semana pasada, durante dos días, tuve la fortuna de participar en un foro de la Alianza Progresista en San José de Costa Rica. El tema central de los partidos progresistas y de izquierda que allí nos dimos cita fue precisamente el del empoderamiento ciudadano. El reclamo es general en todos los países, en México estamos construyendo alternativas inéditas de acuerdo con nuestra propia realidad, nuestra historia y la situación actual.

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