Elvira Hernández Carballido; El feminismo en la SMGyE

FAMILIA POLÍTICA
Los varones no somos enemigos de las mujeres, también somos producto de las estructuras sociales milenarias; de la educación precaria, de la carencia de valores…  Estoy convencido de que el camino hacia la verdadera emancipación pasa necesariamente por la cultura.

“Las ciencias duras se fundamentan en verdades
Las ciencias sociales, en opiniones”.

Perelman.

Cuando el Presidente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística en el Estado de Hidalgo, Don Raúl Arroyo González, pidió a sus integrantes opinión favorable para el ingreso de la Doctora Laura Elena Hernández Carballido (me declaro pecador por omisión) no conocía a tan distinguida dama universitaria, hidalguense por elección.
    El Magistrado Arroyo (quien reúne los dos elementos esenciales de la perversidad: inteligencia y maldad), adjunto al currículum de la candidata, me hizo llegar la invitación para responder su discurso de ingreso.  Y digo perversidad, porque el aludido conoce mi postura divergente en relación con el feminismo recalcitrante.  Él sostuvo su decisión con el argumento de que la SMGyE aspira a reclutar para sus filas a perfiles diversos; pluralidad de ideas, en un ambiente propicio para el debate y la disidencia; de otra manera, tan antigua y prestigiada Sociedad, se convertiría, por inercia, en un club de elogios mutuos.
    Además de su obra escrita, a saber: “Dos Violetas del Anahuac”, “Bellas y Airosas” (Mujeres en Hidalgo), “Callejeros” (Compilación de cuentos), algunos números de la revista “Fem”…, quise conocer personalmente a la autora.  No me parece ético escribir por escribir, por oficio, sin convicción… más aún, cuando se trata de alguien que públicamente tremola la bandera del feminismo: tema controvertido por naturaleza.
Todas mis expectativas y prejuicios, en torno a la imagen de una luchadora de género, se desvanecieron al conocerla.  Es una persona que, no obstante poseer elevadas credenciales académicas, docentes, periodísticas, de investigación… así como importantes premios y galardones, conserva su innata sencillez y tolerancia.  Pedí su permiso para expresar en mi respuesta no sólo coincidencias, sino también disensos en relación con su obra y con su ideología; fundamentos de su reconocido activismo.  Acostumbrada a tratar con machos, machotes y machitos, rápidamente me dijo que sí.
En oratoria, existen diferentes recursos para iniciar una disertación.  Uno de ellos, el “impacto sorpresivo”, consiste en provocar el enojo de un auditorio con intereses bien identificados, al decir exactamente lo contrario de lo que espera escuchar.  Un ejemplo fue la célebre intervención del, muy joven, Ignacio Ramírez, “El Nigromante”, cuando para ingresar a la Academia de Letrán (cuyos miembros eran mayoritariamente intelectuales eclesiásticos) dijo: ¡“Dios no existe, las cosas naturales se sostienen por sí mismas”!
En ese esquema, inicié con un agresivo texto de la antifeminista argentina Esther Vilar, quien en su libro “El Varón Domado” (Best Seller en la década de los setenta) ataca a las integrantes de su propio sexo, por considerarlas sutiles domesticadoras, abusivas, explotadoras… de los pobrecitos hombres quienes, además aceptamos con orgullo, nuestra condición de esclavos.
Por supuesto, dije el nombre de la autora, después de dos cuartillas que suscitaron entre las asistentes, callados recordatorios familiares y en los caballeros, expresiones, igualmente silenciosas, de aprobación.  “Las ciencias duras se fundamentan en verdades, las ciencias sociales, en opiniones”, dice Perelman en su Teoría de la Argumentación Jurídica (Ya los griegos hablaban de doxa y epistemé).  En este contexto: no hay peor opinión acerca de una mujer que la de otra mujer.
Decía Don Plutarco Elías Calles que “en exceso, hasta la virtud es vicio”.  No soy feminista, pero tampoco misógino.  Me conservo en el punto medio aristotélico; o en el limbo de la mediocridad del que hablaba José Ingenieros.  Repudio la violencia, la discriminación, el acoso y todo tipo de abuso.  Considero legítima la lucha por la equidad; aunque, por desgracia, no siempre son hombres quienes abusan, ni mujeres los sujetos pasivos de tan denigrante conducta.  Los varones no somos enemigos de las mujeres, también somos producto de las estructuras sociales milenarias; de la educación precaria, de la carencia de valores…  Estoy convencido de que el camino hacia la verdadera emancipación pasa necesariamente por la cultura.
Creo en la igualdad entre el hombre y la mujer, cuando es de naturaleza jurídica.  En cuestiones anatómicas, me declaro admirador de las pequeñas (o grandes) diferencias.  Soy adorador de la mujer, a la antigüita.  
El feminismo, hay que reconocerlo, es actualmente, algo más que una moda; ahora se ven las cosas “con perspectiva de género”, hasta en el lenguaje.  Desde el presidencial antecedente “chiquillas y chiquillos”, “mexicanas y mexicanos”, “todas y todos ustedes”, el uso innecesario de los dos géneros marcó los cánones de lo políticamente correcto, aunque para ello se rompan las normas académicas de la corrección gramatical.

También en materia lingüística, debo reconocer que mi enciclopédica ignorancia me hace desconocer un neologismo que el feminismo acuñó: “sororidad”.
En fin: al margen de toda polémica, la imagen de una gran persona; así, sin distinción de género, enriquece la membresía de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.  Vale la pena leer a Elvira Laura Hernández Carballido.  Es brillante en cualquiera de sus múltiples facetas.

Diciembre, 2017.

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