Home Nuestra Palabra Javier Peralta Elija una estrella y encárguele a quien ame de corazón

Elija una estrella y encárguele a quien ame de corazón

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Elija una estrella y encárguele a quien ame de corazón

LAGUNA DE VOCES

Pedirle a la primera estrella de la mañana por las personas que amamos, -aseguran los que saben-, es garantía de que efectivamente logren pasar el día sin problemas, pero principalmente dispuestos a eso de intentar la felicidad, con la bendición de los astros que se asoman en los últimos días de octubre, y avisan que ya está a la vuelta el invierno. 

Pocas veces en una ciudad es posible mirar un cielo repleto de luces, la mayor parte imágenes de un pasado que ya no existe, y que según los astrónomos tardaron millones de años para llegar y dejarse mirar, en una visión que envidiaría cualquier máquina del tiempo que aún no se inventa.

El que ayer, casi de madrugada alzó la cabeza para encargarle cuidara, velara, acompañara, reconfortara, abrazara a sus seres queridos, seguramente podrá ser visto pasados miles y miles de años por otro que a millones y millones de kilómetros de distancia también observa la diminuta lucesita de nuestro sol, y le ruega cuide a quien ama. 

Para unos seremos vestigios de una civilización que adivinan existió, al igual que hacemos nosotros en estos días de frío que trae como consecuencia un firmamento de luceros.

No hay cómo agradecer levantarse dispuesto a respirar el día que se pone al alcance de la mano, sentir que es posible palpar la luz de estrellas que hoy seguramente ya no existen, pero que cumplieron su objetivo de aparecerse justo cuando levantamos los ojos al cielo y pedimos, una vez más, para que la alegría sea la única posibilidad en la vida de quienes sentimos extensión de la propia.

La luz artificial es el enemigo número uno de las estrellas y planetas, porque los esconde, crea una capa misteriosa que las hace invisibles, nos deja ciegos. Y por eso no hay como un parque taciturno con lámparas fundidas, un pueblo con campo oscuro, un camino alejado de toda civilización, para espantarse de tanta maravilla que parece se nos va a caer en la cabeza del cielo.

Sin embargo, seguramente usted tiene un lucero preferido, un planeta que se hace pasar como tal, pero para el caso es lo mismo, porque la oración de la mañana es para que su luz acompañe y le dé esperanza a cada una de las personas que han construido nuestro universo particular, es decir el único y más importante.

Es deber cuidar a las estrellas. Y se cuidan si alzamos la cabeza, ponemos la cara en el cielo y las miramos. Si no lo hacemos tienden a apagarse antes de tiempo, y en vano habrá sido el viaje de millones de años para que nadie tuviera la amabilidad de admirarlas, pero sobre todo pedirles que velen por la felicidad de quienes ponemos a su cuidado.

En esta aventura luminosa que es la vida, no hay como tener la costumbre de mirar cada mañana el firmamento, sentir que después de todo el universo y el que mira se necesitan, son importantes para que se logre el milagro de la existencia.

Haga la prueba.

Deténgase un rato a la calle antes de salir todavía de noche al trabajo, a dejar a los hijos a la escuela, al compromiso del día; respire, prepare la mejor sonrisa y mire un rato el techo del mundo. Verá tantas estrellas y planetas como lo permita el clima, pero si elige un solo lucero, una sola estrella. Si la fija bien en el plano de sus necesidades, tendrá hasta la eternidad a quién encargarla a sus seres amados, y eso es un gran logro, una felicidad que le permitirá caminar la mañana, tarde y noche, con un ánimo que pocas veces se encuentra.

Hágalo. Yo sé lo que le digo.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta