Ha iniciado 2016 y desde ahora todo estará enfocado a las elecciones locales en el Estado de Hidalgo. El año 2015 fue de especulación, de aproximaciones a los posibles candidatos a la gubernatura del Estado, sobre todo del Partido Revolucionario Institucional (PRI), donde parece haber mucho más que un candidato y de donde seguramente saldrá el próximo gobernador.
Es obvio que muchos de sus militantes quieran ser elegidos por su partido para competir por la gubernatura, pues una vez postulados por su partido las elecciones sólo serán un trámite para llegar a despachar al “cuarto piso” de la Plaza Juárez; pues es evidente que no existe personalidad política alguna en la oposición que le impida al PRI seguir gobernado en el Estado.
Desde la desaparición de José Antonio Tellería, el empresario pachuqueño, no ha habido alguien que se haya convertido en un real contendiente a la gubernatura dentro de la oposición, Xóchitl Gálvez sólo fue una “bola de humo”, alguien que uso sus orígenes hidalguenses para lograr sus fines político, los cuales quedaron al descubierto cuando se postuló en 2015 a una Delegación en México y demostró que ha vivido ahí durante años.
Aunque esto no debería de sorprendernos, pues la mayoría de los políticos del PRI y el Partido Acción Nacional (PAN) viven en la ciudad de México y hacen su vida política en el Estado de Hidalgo; quizá esta sea la razón por la cual no tienen la sensibilidad para atender los problemas del Estado de Hidalgo, entidad que en los últimos 20 años sólo ha dejado de ser la quinta entidad más pobre del país para ser la sexta.
Pero si bien el Estado de Hidalgo no ha mejorado económicamente en dos sexenios, no ha sido así para muchos ex gobernadores, secretarios, diputados y senadores, los que han dejado la entidad y su capital para instalarse en las zonas residenciales de la ciudad de México. Ahí están, donde nunca soñaron poder llegar sin la riqueza que el Estado de Hidalgo les permitió acumular; se les puede ver en Polanco, en San Gerónimo, en las Lomas de Chapultepec, en Santa Fe, por ejemplo; lejos de los electores, detrás de los vidrios polarizados de sus camionetas 4X4 cuando visitan la entidad, inalcanzables para sus electores incluso durante sus informes, cuando se les ocurre darlos.
Aunque son muchos los candidatos del PRI a la gubernatura, sólo tres pueden ser los que lleguen a la elección interna: David Penchyna, Omar Fayad y José Antonio Rojo, este último sólo para guardar las formas y en muestra de gratitud con una de las familias que ha dirigido los destinos de la entidad en los últimos setenta años; pues en realidad son los dos primeros quienes se disputarán la nominación de su partido.
Lo más probable es que al final veamos a David Penchyna iniciar la campaña encabezando al PRI y encumbrarse como gobernador del Estado, al margen de que el parido de la Revolución Democrática (PRD) pueda aliarse con el PAN para postular algún candidato, o que MORENA pueda formar una amplia coalición, lo que es improbable, pues no parece haber una personalidad publica de peso en el Estado de Hidalgo, ni candidato independiente alguno con prestigio, capaz de cambiar el rumbo del Estado.
Sin embargo, lo realmente relevante de las elecciones a gobernador es que el nuevo gobernante del Estado de Hidalgo pueda sacudir las estructuras enmohecidas, polvorientas, de la administración publica donde parece que cada secretaría u organismo descentralizado tienen dueños, donde gobernadores van y gobernadores vienen sin que esos cambios logren siquiera inquietarlos.
Quizá esta es una razón del atraso del Estado, pues no se puede administrar una entidad poniendo a sirvientes, a peones o charros a la cabeza de las instituciones que deben impulsar la transformación de la entidad. Los pobres en el Estado de Hidalgo siguen esperando salir de la pobreza, dejar de emigrar hacia otras entidades o a los Estado Unidos y las próximas elecciones, sin duda, serán motivo de esperanza en el cambio de sus vidas.
