Mochilazo en el tiempo
La historia del yoyo como todos los juguetes tiene origen asiático y el yoyo tiene un origen prehistórico. Funcionaba como un arma, evolucionó y se encontraron representaciones en Grecia. Su lugar de origen no es certero, pero se ubica entre Filipinas y China. “Dicen que es el juguete más antiguo después de la muñeca”, comentó Isaac Kanarek, presidente de la Asociación Mexicana de Yoyo. Él platica que en el Museo de Louvre hay pinturas de gente jugando yoyo, durante la época del terror, antes de que fueran guillotinados para que estuvieran relajados antes de morir.
Yoyo significa “ve y regresa” en tagalo, el idioma que hablan en Filipinas. Su desarrollo continuó hasta que un filipino de nombre Pedro Flores hizo un yoyo de madera, circular, “le puso un palito e hizo una cuerda de hilo trenzado para que la madera no se atorara”, Donald Duncan, empresario estadounidense, le compró la idea y patentó el diseño, contrató a Flores para su empresa. El primer modelo que fabricó Duncan se llamó Imperial.
A partir de entonces, los yoyos han ido transformándose de manera drástica, los trucos que hoy conocemos serían imposibles de realizar con yoyos antiguos, ya que los modernos están hechos de materiales como aluminio, fibras de carbón fabricados apenas hace 10 años y tienen baleros para que el yoyo no deje de girar y puedan realizar más movimientos.
La creatividad para realizar estas suertes no tiene límites, pues hasta un accidente con la cuerda se puede convertir en un truco más, siempre y cuando, se recuerde bien el patrón de movimientos realizados, dijo Kanarek.
El yoyo ayuda a tener mejor afinidad motriz, memoria y la coordinación motriz fina, parafraseó Kanarek a médicos pediatras.
– El yoyero de antaño
Roberto Francisco Mariscal es un adulto mayor. Trabajó por 20 años “en una compañía, que fabricaba trompos y yoyos, llamada Cinco Estrellas. Yo fui a la compañía a pedir trabajo y me contrataron como vendedor. Nada más que yo jugué mucho yoyo y trompo desde niño. Desde que tenía ocho o diez años. Incluso fui campeón de yoyo.
– ¿La empresa desapareció?
– No, nomás que yo me pensioné. La empresa se llama Holo Trompo Cinco Estrellas. Yo aparte me dedico a comprar los yoyos en la fábrica y los vendo por mi cuenta. Conocí toda la república, Centroamérica representando a la compañía; salí en la televisión varias veces, en varios reportajes en periódicos. Hacía concursos que me exigía la compañía.
El yoyo a México lo “trajo un señor Russell. Era un gringo que venía por parte de la coca cola”. Esa empresa era la Jack Russell Company, Inc., a la que pertenecieron los creadores de la marca mexicana Cinco Estrellas.
Esta empresa sigue en el mercado mexicano; hacia 1983 la compañía se hizo su lanzamiento en el programa XE-TÚ de Televisa, después en el programa realizaron concursos con ese juguete. Quien inició esta compañía fue el señor José Barroso y su hermano Eduardo.
– ¿Cómo es que se hace campeón?
– Ahí con Cinco Estrellas, concursé con Chabelo varias veces y con Luis Manuel Pelayo y ahí me gané una bicicleta.
– ¿De qué año estamos hablando?
–Uy, ya ni me acuerdo. Como en los sesenta.
El señor Mariscal se sabe “todas las suertes de trompo y yoyo”, por ejemplo: El dormilón, El perrito, El columpio. “No, hay más de setenta suertes” comentó.
– ¿Usted sabe la historia del origen del yoyo?
–Sí, viene de las islas filipinas, allá empezaron. Lazaban una piedra para matar a los animales; ponían la piedra, la amarraban y la jalaban; se gastaba la piedra y entonces veían que subía y bajaba, así nace el yoyo.
– ¿Cómo en qué año?
–El yoyo es desde que estaban los indígenas que mataban con piedras a los animales.
– ¿A qué se debió el auge del yoyo?
-El dueño de la fábrica de yoyos fabricó muchísimos, los posicionó en las papelerías, los campeones de yoyo hacían exhibiciones afuera de las escuelas. Se ha hecho desde hace sesenta, setenta años.
– La venta sigue
Para el señor Paco Mariscal, como se presenta en su tarjeta, la venta del yoyo “sigue, pero se va perdiendo por lo de las computadoras. Ahora ya no saben cómo quitar a los niños de las computadoras pues dicen que les hace daño, entonces usted le pone ‘sexo’ ahí en la computadora y aparecen muchas cosas muy feas, los niños se necesitan distraer sanamente”.
– ¿Cuántos yoyos vende usted al día?
–Es según, 20 o 30. Pido permiso en las escuelas para hacer la exhibición y trato de hacer que siga subsistiendo la tradición del yoyo y el trompo.
Mariscal participó en concursos realizados en Nicaragua, Honduras, Colombia, “presentándome como campeón a través de las compañías mexicanas”.
– ¿El yoyo sigue teniendo la aceptación de antes o ha bajado?
–No, no. La gente grande lo pide porque es muy sano, esto es muy sano. Se puede decir que es el juego tradicional más sano de todos los tiempos.
Don Francisco tiene 72 años, no tiene trabajo y a veces los de la delegación lo corren. “No hay chamba, ¿qué hacemos? ¿Qué podemos hacer? Me dicen ‘quítese’ y no está bien porque la gente necesita comer”. Él vende sus yoyos afuera del la estación del metro Patriotismo pero también se va a Tasqueña, a las escuelas e incluso tiene un espectáculo para fiestas infantiles.
– ¿Cuánto dura la función?
–Una hora más o menos, o me quedo ahí enseñándoles o demás.
Cobra 500 pesos el tiempo que quieran. En “una hora, pongo a concursar a dos niños, a los papás, al festejado. La gente se emociona y a los niños les gusta”. Al final de cada concurso regala a los participantes un yoyo o un trompo, después de obsequiar tres o cuatro, el resto los vende.
“Trabajo desde las ocho de la mañana hasta las seis”; cada yoyo lo vende en 15 pesos y le gana cinco o siete a cada uno.
“Enseñen a sus hijos a jugar yoyos y trompo porque es la cosa sana, además aparte les sirve para su psicometría del niño (…) es lo más sanísimo”. Los niños ya ni los conocen: “pasan los niños y dicen ‘y eso qué es’, no los conocen y las mamás se van con la finta, pasan aquí y me dicen ‘no, no, no, no te compro uno porque no lo sabes jugar’, pues si no se lo compran cómo va a jugar; es por no comprárselo”.
– El yoyo artesanal o de madera
EL UNIVERSAL también acudió a La Ciudadela, el mercado de artesanías ubicado en Avenida Balderas. Este sitio es característico por vender ropa, manteles bordados y juguetes de todos los estados del país.
En la búsqueda del yoyero los comerciantes del lugar contaron a este diario que en la Ciudad de México ya no hay talleres que elaboren este juguete. Un locatario dice que los surten de Paracho, Michoacán; cada vendedor tiene sus proveedores.
Algunas regiones del Estado de México; Quiroga, Michoacán y Tlaxcala son otros lugares en los que dicen elaboran yoyos, trompos, baleros y otros juguetes de madera. La mayoría de los puestos venden el mismo tipo de yoyo: colorido. Su costo depende del tamaño y van de los 15 a los 40 pesos.
La venta de este juguete artesanal es baja, los comerciantes no tienen un número concreto de cuantos yoyos venden al mes; cuando más venden “se los llevan porque tienen fiestecitas (…) compran unos 30”, comenta otro locatario.
Incluso hay quien tiene dos meses sin surtir porque no han acabado el lote que tienen debido a la baja venta; no hay demanda de este juguete. Los turistas extranjeros “compran máximo seis para sus niños” dijo al diario un comerciante.
– El yoyo como profesión
Isaac Kanarek es fundador y presidente de la Asociación Mexicana de Yoyo, es yoyísta desde los 10 años. Él se volvió profesional del yoyo en 1995 cuando empezó a trabajar en la compañía Russell-Coca Cola “hasta 2003, 2004 trabajando con ellos hasta que la Organización Mundial de la Salud metió sus manotas y prohibió la Coca Cola en las escuelas”, la refresquera tuvo que cambiar su estrategia de publicidad y ya no asistieron a estos centros de educación con el juguete.
Kanarek cuenta a EL UNIVERSAL que su trabajo era presentarse como campeón en las escuelas y atraer a los niños a este deporte. Comenzó a trabajar con la compañía yoyera cuando estaba terminando su carrera en Diseño Industrial y Russell “pagaba en dólares entonces me la aventé y no me soltaron”. Antes trabajaba en una fábrica de muebles en Azcapotzalco, la paga era baja. “Cuando llegaron los yoyos dije: ‘con permiso’”.
Su gira como campeón inició en México y cuando terminó le ofrecieron ir a Sudáfrica, no lo dudo. A partir de ese momento recorrió casi 40 países, “enseñando a los niños a jugar yoyo, poniéndolo de moda, vendiendo un montón de yoyos, jugando y conociendo gente, muchísimas yoyoaventuras.”
Una de sus experiencias más significativas la vivió en Ucrania, en 1998, cuando al momento de despedirse “una de las niñas que me seguía a todos lados desapareció y la vi llorando detrás de un poste, le pregunté ‘¿qué tienes?’ y mi chofer que era mi traductor porque ella sólo hablaba ruso le preguntó por qué lloraba y ella le dijo ‘porque ya no lo voy a volver a ver’” cuenta Kanarek, mientras su piel se eriza con el recuerdo.
En ese país también llegó a realizar concursos de yoyo con cerca de 4 mil personas “cuando normalmente son 30 o 40 personas (…) Ucrania fue el parteaguas de todos los que fuimos, fue una promoción muy fuerte” porque movió a la comunidad.
Kanarek inició su asociación porque durante su última promoción con Russell lo invitaron a participar en el Mundial de Yoyo que se realiza en Orlando, Florida. Al llegar al hotel donde se realiza el evento vio varias banderas pero no vio la de México.
La bandera no estaba porque en México no había ningún grupo que organizara torneos nacionales, que difundiera el uso del yoyo moderno para que en algún momento lanzara gente a competir en los torneos internacionales, a esa tarea se dedicó Kanarek.
En 2005 fue invitado al programa “Otro Rollo” de Adal Ramones y fue un éxito. “Di el número de la casa, tuve más de 5 mil llamadas, tuve que descolgar el teléfono y dejar una grabadora, eso fue una locura”, reunió a la gente el sábado 2 de agosto de 2005 en el Parque España de la Condesa, desde entonces “no he parado”.
Los torneos nacionales los realiza en Pabellón Polanco, en Plaza Loreto, pero ahora está buscando un espacio más grande para poder realizar el evento; los teatros delegacionales sólo se los prestan durante cuatro horas pero no puede vender los yoyos de los patrocinadores, no es redituable.
Kanarek también ha diseñado dos yoyos, uno homónimo con su apellido y otro bajo el nombre de Kukulkán, se realizan con un torno especial. Pero en México “estamos muy lejos de hacer” yoyos buenos como los de empresas estadounidenses aunque sean hechos en China.
Hacer algo en México tiene trabas “no tanto porque no lo queramos hacer, sino porque las compañías dicen ‘no’, aparte sale muy caro parar una máquina” para hacer unos cuantos yoyos. Para tener recursos Isaac trabaja en colegios particulares dando clases de yoyo y tiene una tienda de estos juguetes en una plaza del Eje Central.
La colección de yoyos de Kanarek es sorprendente. Tiene de todos los tipos de yoyos: Russell, Duncan, One Star, de aluminio, de plástico, madera, bimetales, plástico y metal e incluso uno de titanio.
Las compañías llamaban campeones a sus trabajadores porque representaba una carga simbólica: ser el mejor, tal que los niños quedaban impactados con ese título, “mercadotécnicamente llamas más la atención pero realmente eres un demostrador. En vez de ser una edecán con minifalda éramos chicos con yoyos.”
Los próximos mundiales de yoyo se realizaran en Islandia, China e Isaac tiene el objetivo de que para el 2019 se realice aquí en México, “estoy en búsqueda de un montón de patrocinadores porque estoy buscando un lugar para cuatro días, para que vengan chavos de Japón, de Europa, porque para ellos es más fácil venir acá que a Estados Unidos por la visa”.
Los jugadores de yoyo mexicanos que son candidatos a alcanzar podio en las competencias internacionales “ya van de salida” pues ahora son universitarios y el periodo de esplendor para un jugador es entre los ocho y los 14 “porque los japoneses empiezan desde los cuatro años, por eso nos hacen trizas” comentó riendo Kanarek.