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El valor de la incertidumbre 

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El valor de la incertidumbre 

EL PEQUEÑO TIMMY

A veces la incertidumbre puede utilizarse como un viento a favor que permite tener a todos y a todas en orden mientras el barco en el que se navega llega a tierra. Pero otras veces la incertidumbre empuja a los hombres a cometer los errores con los que más adelante serán condenados; es decir, cuando hay incertidumbre y todo versa en rumores y especulaciones, aquellos que no tienen nada seguro comienzan a apostar y con esto a perder o a ganar. Aunque generalmente, se van a perder.

El simple hecho de que se anunciara el triunfo de Julio Menchaca Salazar a la gubernatura hizo que las aguas de la política se movieran, y que personajes que han tocado el fango tuvieran la oportunidad de volver a la superficie a respirar un poco más del erario público.  Por supuesto que nos referimos a esos políticos de rancio oficio que saben respirar bajo el agua, cocodrilos voraces y sinvergüenzas que sólo esperan la oportunidad para salir y obtener el puesto convertido en presa. Un gasto más para los contribuyentes. 

Sin embargo, no se trata del personaje, lo mismo hubiera sucedido con el perfil que ganara la gubernatura, los buitres, cocodrilos o cualquier alimaña que usted considere al que se parecen estos cochinos de la política hubieran estado ahí, lambisconeando, merodeando, y tratando de hacer acuerdos con los de arriba, brincando y pisoteando a los inexpertos que aunque tengan el sueño del cambio no saben como moverse en el pantano.

De esta forma, estos perfiles se mueven cuando se tienen que mover y permanecen quietos cuando así deben hacerlo, son como los pececillos de plata, esos insectos que alguna vez hemos visto en algún sitio donde hay humedad y se quedan quietos a la mirada y cuando dejan de sentirse vigilados se mueven con tal rapidez que se pierden de vista, se esconden entre las líneas del azulejo o en recovecos del lugar y permanecen ahí como políticos hidalguenses caducados y rancios, en espera del momento para salir y moverse. 

Hasta el momento, Julio Menchaca ha decidido mantener en secreto la conformación de su gabinete y ha hecho bien, porque mientras se mantenga la incertidumbre muchos paraśitos de la política permanecerán quietos, además es innecesario crear una tormenta antes de tiempo, ya que seguramente con las designaciones habrá equipos de trabajo que brincarán de gusto mientras que los inconformes comenzarán un golpeteo para el cual seguramente ya está preparado el gobernador electo. 

El estado de incertidumbre puede usarse para mantener viva la esperanza entre la gente, pero toda incertidumbre tiene vigencia por lo que abusar de esta palabra genera desconfianza y puede provocar y potenciar el caos que quizá se está evitando en estos momentos. 

Porque cuando se diga el “no”, la incertidumbre habrá acabado para algunos insectos que estaban quietos y que esperaban el hueso. Cuando la incertidumbre se convierta en un panorama desfavorable, entonces sí vendrán otros procesos. 

Otros como Ricardo Monreal saben el juego de la incertidumbre y se la ha jugado a moverse, torpemente, pero se mueve y se antoja un final de traidor y militante de otro partido porque esa ha sido su naturaleza siempre; como este ejemplo a nivel nacional, habrá muchos en Hidalgo que sólo están esperando a ver qué les toca en el gobierno de Menchaca para definir su postura: abrazo o balazo, es lo que se verá. 

Menchaca llega con un escenario de incertidumbre para muchos, otros han comenzado a acomodarse, y como una vez se dijo en este mismo espacio, cuando AMLO se echó la roña más ponzoñosa en el lomo para ganar la presidencia, ¿ahora cómo se la va a quitar?, lo mismo para el gobernador electo, porque se vislumbra que habrá actores y grupos que querrán presionar su mandato desde el Congreso Local, desde el Congreso Federal, desde la dirigencia del partido del  Morena y desde el Comité Estatal. 

Ojalá se pudiera tener en incertidumbre eterna a estos chacales de colmillos afilados, pero desgraciadamente aprendieron a leer el tiempo y los vientos de oportunidad. Sí, desgraciados oportunistas.