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El sueño acosador

PEDAZOS DE VIDA
    •    Fueron nueve noches las que, a través del sueño, quedé atrapado dentro de aquél lugar que me intrigaba


Una vez más el sueño se repitió aquella noche, es raro que esto suceda. A decir verdad, el único sueño que recordaba que se repetía una y otra vez, era cuando yo, siendo nadie, escalaba una montaña sin más equipo, que la fuerza y la determinación, para ver desde lo alto las ruinas de una iglesia que se parecía mucho a la de la comunidad de “El Tuto”, en San Bartolo Tutotepec; entonces, al llegar a ese punto miraba hacia abajo y no quería regresar, no había forma de bajar; y el pánico que me ocasionaba me hacía despertar.
Otro sueño que tuve repetidas ocasiones, no fue el mismo en sí, aunque la acción sí; recuerdo cómo al caminar con mayor prisa, mis pies comenzaban a desprenderse del sueño y de pronto comenzaba a subir escaleras formadas de aire, hasta elevarme por encima de los campos, a veces de las ciudades; otras veces, por encima de las azoteas del barrio; sabía que mientras mantuviera las piernas en movimiento, podría elevarme o mantenerme en las alturas, y tenía que aterrizar en superficies amplias, de lo contrario no podría volver a tomar la velocidad que me hacía elevarme…
De este sueño, el de volar sin alas, más bien como por inercia de movimiento, lo vi después en películas de artes marciales, en la que los guerreros con un brinco se impulsaban y en lugar de volar como superhéroe de cómic, pareciera que caminaran sobre el aire, sobre el suelo, sobre la nada. Una vez desperté de golpe al sentir la angustia de haber aterrizado en lo alto de un poste de energía eléctrica, tan pequeño que apenas cabían mis pies; no iba a poder emprender el vuelo de nuevo, y el miedo me hizo despertar.
Pero aquella noche, el sueño de estar dentro de un salón tapizado de pinturas que no entendía pero que estaba seguro de que narraban una historia, se repitió de nuevo. Fueron nueve noches las que, a través del sueño, quedé atrapado dentro de aquél lugar que me intrigaba, me hacía sentir temor, pero también me generaba una paz que apenas puedo llamar paz, porque en verdad siento que no hay palabra para poder describir esa quietud en medio del temor y la angustia.
Despertaba, no por el miedo dentro del sueño, sino por el miedo real a que esa paz que me alcanzaba en medio del temor de estar en lugar desconocido, y la angustia de no entender las pinturas. Tenía pánico a que esa paz alcanzara todo mi cuerpo, que esa quietud endureciera mis músculos, que relajara mi mente y apagara mi cerebro. Despertaba por el miedo a la calma, abría los ojos, miraba alrededor; sentía cómo los gusanos, seguían consumiendo, en la oscuridad de la caja,  mi carne. Me horrorizaba y antes de gritar, volvía al sueño…
Hace tiempo que yo no sueño, y si a usted le está pasando lo mismo, debe empezar a entender que no se necesita verse a usted mismo dentro de una caja para saber que hay muchas formas de morir.