El sótano 

El sótano 

PEDAZOS DE VIDA

El sótano era un lugar muy tenebroso. De pequeños papá siempre nos amenazó con encerrarnos en ese lugar si es que nos portábamos mal. Sólo un par de veces lo hizo y la verdad es que a oscuras la pasabas mal ahí, los sacos de yute que ocupaban para el tiempo de las cosechas colgaban por todas partes, asemejaban cuerpos inmóviles que colgaban como animales en el rastro. 

Nunca me gustó bajar, es más ni en mis tiempos de adolescente me atreví a entrar solo, no era la oscuridad solamente ya que desde afuera se podía encender la luz, sino toda la atmósfera que se generaba en el lugar. El polvo,  la tenue luz, el olor a humedad, el frío y las herramientas daban como resultado la locación ideal para filmar una película de terror.

Para entrar, teníamos que salir de casa, avanzar hacía la troje que se encontraba en el patio trasero y desde ahí abrir la pequeña puerta que daba hacia las escaleras por donde se bajaba al cuarto. Debo reconocer que más de una vez tuve la tentación de ocupar el sitio para estar con ella, pero siempre hubo algo que no me permitió llegar hasta ahí; imaginar que tenía que limpiar, que tendría que estar más tiempo ahí, que se podía cerrar por fuera sin que nadie supiera, que la señal de celular era malísima, me hacía pensar en escenarios que se salían de control y terminaban mal. 

Una vez mi papá encontró un nido de serpientes ahí, y ese fue el motivo definitivo por el cuál decidí no entrar jamás. Yo qué iba a saber que el cadáver de mi madre estaba guardado ahí, que las vecinas desaparecidas estaban perfectamente cortadas y almacenadas ahí, mi papá era muy bueno pero cuando se enojaba a todos quería encerrar en el sótano. 

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