El solitario andar

El solitario andar

Letras y Memorias

  • “Sólo salgo para renovar la necesidad de estar solo”, Lord Byron

Suelen decir que a este mundo llegamos solos, y que así mismo, habremos de irnos. Quizá nunca estuve tan de acuerdo con ese viejo dicho, como aquella vez en que ya entrada la noche, con la tenue luz de la lámpara medio iluminando el cuarto, pude escuchar con claridad mis pensamientos.

Me supe solo, enteramente dejado de la mano de Dios, abandonado en alguna suerte de espacio en donde nomás mi cabeza y yo estábamos sumidos. Y vaya, no es queja, porque mientras más lo pienso, he de decir que mejor me llevé con ese otro yo al que a veces no le presto suficiente atención, pero sin duda fue raro que, en un mundo cuyo conteo de población llegó apenas a los 7 mil millones de habitantes, precisamente uno de esos tantos, en la hora marcada, se sintiera como el único caminante de esta realidad.

Ahí estaba, recostado en la cama, charlando conmigo o al menos intentándolo. Unas cosas me preguntaba y en el acto las respondía, otras más llevaban algo de tiempo en verse resueltas y, hubo algunas, un puñado apenas, que sencillamente no tuvieron mayor respuesta que el silencio. Silencio de ida y vuelta como cuando la caminata con el ser amado llega a un punto en donde lo que se quiere decir con palabras, se acaba expresando con un beso o una mano sujetando a la otra.

El silencio puede llegar a ser un sabio consejero, porque donde se dejó formulada una pregunta, ese mismo silencio puede llegar a brindarnos respuesta. “¿Me quieres?, ¿qué opinas?, ¿a dónde quieres llegar con esto?”… esas y muchas más cuestiones, no siempre tienen que tener una respuesta.

Y, es así, como a veces uno debe entender la vida: como un andar sin respuesta, un andar en donde la soledad en cierto punto, tendrá que ser la mejor compañía con la que uno cuenta, ya sea por voluntad ajena o porque la decisión fue tomada desde nuestra conciencia. A veces, uno tiene que pasar por un camino solitario, por un paraje oscuro y cerrado de neblina, por un paredón de fusilamiento sin fusiles, para darse cuenta de que no cualquiera llena los vacíos de nuestra alma.

Buen punto es ese: ¿queremos realmente estar solos o debemos resignarnos a ello? Y, otro tema surge: ¿debemos acaso tomar a quien sea y lo que sea, con tal de no permanecer en solitaria andanza con uno mismo? La respuesta cada uno la sabe, cada uno de nosotros la tiene, porque así como mi experiencia es una, así la de todos ustedes, la del resto. Podemos sí, coincidir en ciertos puntos pero, nadie salvo uno mismo tiene la palabra final en torno a cuán abrazados estamos a la soledad. 

Desde acá puedo mencionar que, querer estar solos es una elección que se toma porque nuestra voluntad lo necesita así, porque a veces en lo más profundo del alma, entendemos que por lapsos es mejor abandonarse del mundo, y con ello evitar abandonarnos. Luego entonces, ya que nos sabemos solos y plenos en esa habitación, tiene lugar lo siguiente: ¿cómo he de llenar ese vacío? Bien, no es que se deba llenar porque sí, más bien, si es que tiene solución poner algo en tal hueco, aquello que nos libere de la soledad debe ser un algo, un alguien, que nos muestre que vale la pena integrarnos de vuelta a este mundo, pues su compañía es más de lo que el andar solitario, pueden ofrecernos. 

¡Hasta la próxima!

Postdata: Que a todos llegue eso que les anime a volver a la realidad, a una en donde la soledad sea una elección, y no la entera resignación.

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