Home Un Infierno Bonito EL SOCORRISTA

EL SOCORRISTA

0

 

Los alpinistas del Club Alpino, Comando Halcones, nos invitaron a ser Socorristas de la Cruz Roja, Delegación Hidalgo, porque en aquellos tiempos había muchos accidentes, por caídos en las escaladas de rocas, o varias familias extraviadas en los valles, caminos.

En esos tiempos estaba como director el doctor Nicolás Licona Espinola, como secretario, el licenciado José Agustín Mejía, como jefe de Enfermería, el señor Eduardo Morales, como chóferes de la ambulancia, porque nada más tenían una, Luís Morán y Esteban Lucio. Como secretaria, la (Güera) María Elena Granillo Hernández, como socorristas de la institución había pocos, que de verdad no me acuerdo de sus nombres, solo de algunos, Simón, Samuel Valencia, Ángel Penguill, José luís, Arturo, el chino y otros.

Nosotros entramos como Rescate Alpino, y el jefe de socorrismo el doctor Marco Antonio, nuestros conocimientos en escaladas y  montaña eran muchos, pero desconocíamos todo lo del socorrismo, y el traslado de enfermos.

Sin embargo el entusiasmo de ayudar, nos hizo meternos a la Escuela de Socorrismo Alpino, tuvimos que cumplir turnos, eso de ver sangre, heridos, atropellados, quemados, caídos, apuñalados, destripados, e ir colgados atrás de la ambulancia corriendo a toda velocidad con la sirena encendida, nos ponía la carne de gallina. La prematura decisión de meternos de socorristas nos hizo cometer muchos errores.

Una vez que estábamos de servicio en el valle de las ventanas, que se encuentra camino al pueblo del Chico, en ese entonces estaban arreglando la carretera allá, nos iban a dejar por la mañana, y nos traían por la tarde, (no les digo que nada más había una ambulancia).

Se nos acercó una señora muy angustiada y nos preguntó.

  • ¿Ustedes son de la Cruz Roja?
  • ¡Sí señora! ¿Qué se le ofrece?
  • ¡Mi hijo se perdió en el monte, tengo vario tiempo buscándolo!

Llegó otro señor muy asustado,  me enseñó unas credenciales.

  • ¡Soy embajador de Haití en México, por favor busquen a mi hijo. Venimos de paseo!

Como Comandante de Rescate, muy chingón saque mi libreta y le pregunte anotando.

  • ¿Cuántos años tiene?
  • ¡Seis!
  • ¿Cómo es?
  • Bajito de estatura, pelo quebrado moreno ojos azules, y se llama Jonathan

Junte a la Patrulla de Rescate y les di instrucciones:

  • ¡Tu Miguel Ángel, te vas a la Estanzuela, lo buscas en la presa del Cedral, y te regresas, tú Ernesto sigue la carretera a Pueblo Nuevo, te metes al pueblo y preguntas, y te regresas. Tu compadre Kalimán, te vas por el camino a Cerezo, llegas al Tumba Burros y te regresas. Y Tú niño, vete a Carboneras, chino, vete al chico, dentro de una hora nos vemos en este lugar!

Yo me fui a dar una vuelta por detrás de la botella, el Fistol, hasta llegar al valle del Churro. Encontré a unos jóvenes echando una cascarita de fútbol, me llamó la atención al ver un chavito sentado,  estaba mugroso como carbonero y le pregunté.

  • ¿Cómo te llamas?
  • ¡Jonathan!

Lo tomé de la mano y se los lleve a sus padres, que locos de alegría le dieron la bienvenida, me ofrecieron de comer, pero les dije que tenía que esperar a que regresaran los demás compañeros, que lo fueron a buscar. Cuando llegaron le entramos duro al pollo,  nos dieron unas botellas de vino, les dimos en la madre en menos de que lo cuento. Y nos dieron un cheque de 5 mil pesos, para la Cruz Roja.

En aquel tiempo, el niño me regaló unos radios Boqui toqui, con un alcance de 300 metros. Lineales.

Como siempre había soñado que la ambulancia, tuviera radio, como niños con juguete nuevo veníamos hablando. Llegando a mi casa de inmediato me puse hacer claves para el socorrismo, hay veces que tenemos que hablar sin que la gente entienda. Por ejemplo 14, quiere decir muerto. Y estas claves las inventé: 1 Cruz roja, 2 Estamos listos, 3 partimos de inmediato, 4 ambulancia, 5 Herido, 6 carretera, 7 policía, etc. Las practicamos a diario para saberlas sin titubeos, aunque había mamones, que nos decían por el radio.

  • ¡Aquí jaque mate rey dos, cambio!

Llegó el día en que se festejaba A San Francisco de Asís, afuera del parque Hidalgo y sus alrededores, estábamos listos para probar los radios, nos sentamos junto al teléfono, y no llegaba ninguna llamada de un accidentado.

Hasta que por fin recibimos una, que había un accidentado afuera de la iglesia de San Francisco. Rápido subimos a un socorrista a la azotea con el radio a ver que frecuencia teníamos.

  • ¡A ver, hay te ves!
  • ¡2-3-5-2-3-5- Responde!
  • ¡No se oye!
  • Salimos con la sirena abierta a toda velocidad, el chofer y dos de nosotros en la cabina. Hacíamos la lucha con los radios, pero no escuchábamos ni madre.
  • ¡2-3-5-!

Los pinches radios chillaban como grillos, parecían cibis de taxis.

  • ¡BzzzzzzzzzzzzQueeeeeeee!

Llegamos al lugar del accidente, frenado la ambulancia como si echáramos arrancones, había mucha gente de babosa. Nos bajamos,

  • ¡Por favor, háganse para atrás!

Sacamos un carro camilla, que tenía ruedas y se hacía al tamaño que quisiéramos, amarramos al herido, le tomamos sus signos, lo subimos a la ambulancia, y los radios habían valido madre. Nos subimos por la calle de Arista, atrás de la iglesia de San Francisco, una subida muy parada, el chofer manejaba como loco, y el socorrista y yo revisábamos los radios, e intentábamos hablar.  Por la subida, la gente nos hacía señas, nosotros pensábamos que nos agradecían el servicio y con la mano les dábamos las gracias. Cuando llegamos al hospital al escuchar la sirena ya nos esperaban los camilleros, enfermeras y médicos, que abró la puerta y ¡En la madre el herido se nos había salido!

 

Regresamos de nuevo y lo encontramos estampado en una pared, la gente nos mentaba la madre, sin hacerles caso lo subimos pero ahora nos fuimos con él atrás, y me dijo el socorrista:

 

-¡No te preocupes!, cuando venimos la primera vez estaba inconsciente y ahora se queja. Llegamos a la Cruz Roja, junté los radios y con un martillo les di en la madre.

 

Desde esa vez se me quito la idea de ponerle radio a la ambulancia, y me dedique a estudiar enfermería, en el hospital General, luego me regalaron dos becas para enfermería en la escuela de superación, y forme una escuela, invitando a los jóvenes que aprendieran los primeros auxilios.

 

Dimos clases en los barrios más pobres, por los accidentes que había, como El barrio del Arbolito, El Mosco, La Palma.

A muchos les gusto y se quedaron a ayudar en El Hospital Civil, y en muchas partes.

Después nos dedicamos a lo nuestro de escalar volcanes, montañas, y colorín colorado.