
OPINIÓN
Parece que fue ayer cuando los agremiados a la sección XV del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación mejor conocido como el SNTE, levantaban el puño para despedir a la entonces líder Mirna García López, al grito que hacía retumbar el auditorio Gota de Plata “¡No estás sola!” más el que ha perdurado aunque no se perciba hoy tan fidedigno como en el pasado: “¡unidad!”.
Después vino la gestión de Sinuhé Ramírez Oviedo con el que se dio la gran ruptura al interior del SNTE, el entonces líder argumentó una limpieza a la organización sindical y el grupo de Moisés Jiménez y Mirna García, acusaron mediante el movimiento de bases la alta traición cometida por el nuevo líder.
Durante la gestión de Ramírez Oviedo se dejó pasar la Reforma Educativa bajo el lema “trabajamos bajo protesta” y también casualmente se rompió el Partido Nueva Alianza, ya que varios de los diputados aliancistas se mantuvieron firmes y prefirieron declararse independientes antes que aceptar un nuevo orden al que acusaron de “corrupto”.
En los eventos de festejo a los maestros se cambiaron los menús, se bajó la calidad de varios insumos e incluso las rifas de 15 automóviles o más disminuyeron considerablemente hasta llegar a la rifa de sólo tres carros. Durante este periodo, la fortaleza del SNTE se vio mermada por los conflictos de poder y los maestros, en definitiva, fueron los más afectados.
Posteriormente, en la nueva elección para la Secretaría General, un grupo marginado de maestros aglutinados en el movimiento de bases, trató de recuperar el poder, pero fue Sinuhé Ramírez el que hizo todo para impulsar a su delfín, el ahora líder, Enrique Morales Acosta, quién en algún momento se tuvo que cansar de la prepotencia con la que seguramente fue tratado y ahora que ha llegado el momento de elegir a un nuevo sucesor, Morales Acosta le ha dado una sopa de su propio chocolate endulzado con alta dosis de traición a su mentor Ramírez Oviedo.
Ahora la disputa dentro del SNTE está entre cuatro planillas: la naranja que representa al grupo de Luis Enrique que está encabezada por Julio Mayorga; la blanca, del grupo de Sinhué con Said Vargas al frente; la del Movimiento de Bases que es la rojinegra que encabeza Jesús Montaño Pastrana sin el apoyo del grupo de Moisés Jiménez quienes han denunciado que no participan porque no se garantiza el piso parejo; y la azul del exdirigente del Partido Nueva Alianza Hidalgo, Juan José Luna, quién busca demostrar que aún tiene seguidores dentro del gremio magisterial.
Por lo anterior, se adelanta una encarnizada lucha de poder para obtener o mantener el poder, en la que se mueven intereses de tipo: políticos, económicos y de acceso pleno a los privilegios que por años han tenido los que están en la cima, para otros, la elección representa un alto a la persecución y hostigamiento, y para otros, los más jodidos, creer que en esta nueva administración sí tendrán las promesas incumplidas de las anteriores.
Lamentable que hoy los agremiados del SNTE tengan que escoger entre sus candidatos no al mejor, sino al que consideren el menos peor, ya que una vez que se sabe cuáles son las manos que mueven las cunas, es más que evidente que el grito de “¡unidad!” sea mero protocolo, el SNTE está fragmentado y en cada elección se fragmenta más.
Así lo ha dejado ver la guerra sucia, los mensajes de amenaza, la encuesta registro y otras tácticas más con las que un bando y otro buscan ganarse “por la buena o la mala” el voto de los sindicalizados, el próximo 15 de julio veremos de qué son y fueron capaces por ganar el hueso a costa de los agremiados.