HOMO POLITICUS
Oscuro e implacable, con los destellos de las heridas causadas, aquellas que no se cerrarán, aquellas que cual huella que surca el alma, se quedan recordándonos que no hay vuelta atrás.
Llevo su sonrisa limpia y sus ojos vivaces, la ironía de un humor inteligente, el destello de su risa y el pesar de su cuerpo cansado, de ese vino y las empandas de mariscos, de ese último asado al lado de mi hijo.
Sí, la nostalgia me invade, me he sentido solo con tu partida, primero en los extravíos de mi madre y luego ante tu ausencia, ese vacío que duele la carne, esa distancia que no puede ser acortada.
Tengo mucho que decirte, lo que lamento es lo que no te dije, pero fuimos amigos, me quedo con tu humildad y sencillez y con tu sonrisa eterna, esa que cautivó a todos, incluso los que te conocieron poco, aquellos que te miraron distantes pero que apreciaron tus virtudes y sin duda, tú inteligencia.
Parece que veías más allá de lo perceptible, conociste mis zonas erróneas y, sin embargo, siempre me apoyaste, nunca hubo dudas de tu parte hacia mis anhelos o ansias de transitar, a veces desbocado, a veces sin sentido y con esa vehemencia que no he podido contener ni encausar de la mejor manera.
Es un año para el olvido que no podré olvidar. En el tintero se quedan mis palabras, siento impotencia porque nada de lo que te escriba te hará volver, simplemente como un rayo que fulmina te marchaste cuando creía que estarías por siempre, pensé que la vida no me castigaría nuevamente, no aprendí de tu humildad y caro he pagado mi osadía.
Es un año en sigilo, no deseo caminar ni mirar ni que me miren, no deseo ser aunque tenga que ser. Las palabras no sirven ya, no regresan para mí, no regresan desde ti, extraño tus manos que creaban pan y artesanía, extraño tanto verte, maldigo el día en que te perdí.
Es un año difícil, de aquellos en los que no debí despertar, es un año para el olvido que no podré olvidar, las palabras se han vuelto vacías, las palabras que lo mismo me han encumbrado que hundido, son fieles testigos del vacío de mi palabra, ya no vale la pena hablar.
Infames sombras, luces que no son mías, eternidad que arrebata. Me quedan pocos pasos y los que quedan, son pasos perdidos. Siempre los amaré, son las huellas que nunca entendía, nada tiene sentido cuando está cerca, quizá porque el aprecio proviene de la carencia, de la necesidad. Cuando todo está, nada está, esa es la porquería del ser, la incongruencia mía.
¡Por siempre papito querido, mi Carloncho tanguito!