“EL SEÑOR DE ZELONTLA”

“EL SEÑOR DE ZELONTLA”

Real del Monte es un pueblo minero que tiene historia, leyendas y tradiciones. Pero esa población ha vivido durante más de cuatro siglos miserias, dolor y mucha sangre, por la ambición de su riqueza de plata en la Veta Vizcaína.

El primer Conde de Regla, aparte de maltratar a los mineros de Real del Monte y de pagarles un salario miserable, no le importaba que miles morían de silicosis, y accidentes dentro de las minas, usó todas sus mañas para quitarles el privilegiado partido, o sea la mitad de lo que el minero lograba extraer del mineral, después de sus dieciséis horas de trabajo. Queriendo decir que si el trabajador sacaba cuatro costales de piedra de mineral, dos eran para él y dos para el dueño de la mina, ellos podrían venderlos a quienes les conviniera, pues era una ganancia extra, sin embargo el amo se los quitaba.

Fue así que en el año de 1766, cuando muchos escritores hidalguenses hicieron sus narraciones de los tumultos, por esa suspensión del partido a los mineros de Real del Monte, tumultos tan violentos y sin sentido que aterraron a los pobladores durante 9 años, y privaron a la mayor parte del pueblo minero de todo y a parte de sufrimiento, dolor y pena tuvieron el mínimo necesario para mantenerse en vida. La represión del gobierno y los desafíos a la autoridad por parte de los mineros fueron la trama del acontecer histórico que se tejió a lo largo de aquellos turbulentos tiempos. No podemos llamar huelga a una revuelta.

En el año de 1824, todas las minas fueron a dar a manos de un grupo de empresarios de Inglaterra; una compañía de aventureros Ingleses de las minas de Real del Monte, que venían con las mismas características de los anteriores hispanos, explotar al pueblo, sacarle hasta la última fuerza al indio, al fin “que eran seres inferiores”.

Y así, nos brincamos hasta el 8 de mayo de 1965, cuando la jaula de Purísima se Chorrea, se estrelló en el fondo del tiro a más de cuatrocientos metros, murieron 27 mineros.

Y todo ese dolor de tragedias se ha sentido desde hace 443 años atrás. Pero todavía en la actualidad se dice con orgullo “Real del Monte fue el lugar más productor de plata en el mundo” y nosotros nos preguntamos: ¿Qué le dieron o que le han dado al Real del Monte?

Pero vayamos a una leyenda que no es historia, sino que son palabras que andan de boca en boca reafirmando lo acontecido. Cuentan los viejos habitantes de Real del Monte una leyenda del Señor de Zelontla. Ahora venerado como el Cristo de los Mineros, que es una escultura detallada sobre madera de encino de tamaño natural que representa a un Cristo, con unas facciones bien hechas, sus ojos ligeramente rasgados, nariz recta, labios carnosos, de piel morena con una mirada dulce. De pie parece que va a caminar, lleva en el hombro un cordero sostenido con su mano izquierda, entre el brazo derecho lleva un largo cayado, sus manos son fuertes, anchas y dedos largos, su vestimenta ha sido cambiada en varias ocasiones durante tres siglos de existencia, su túnica roja y su manto nunca le han faltado. Tiene un sombrero como los usuales como los que traen los trabajadores mineros, ala ancha, con copa redonda, del antebrazo derecho pende una lámpara de carburo que fue puesta a mediados del siglo XXI. 

Se dice que la escultura pudo haber sido desembarcada en Tampico allá por el siglo XVII, con destino al virreinato, atravesando toda la sierra custodiadas por varios hombres, muy fatigados por la carga y buscando caminos, llegaron al atardecer a Real del Monte, pidiendo posada en la casa de un caballero y rico hacendado minero, Don Nicolás Mungia. Dicho señor les concedió el hospedaje, dándoles de comer y descanso, quedando admirado por la carga tan preciosa que llevaban. Al día siguiente, cuando los viajeros dispusieron continuar su marcha, al tratar de cargar la imagen, no la pudieron mover del sitio donde fue colocada, así tuvieron que permanecer varios días haciendo esfuerzos por levantar la escultura sin conseguirlo. Convencidos de que era en vano su esfuerzo, avisaron a los interesados de la imagen su fracaso, y regresaron a su tierra de origen dejando el Cristo en Real del Monte, y desde entonces ha permanecido en ese lugar. Se encuentra en una pequeña capilla en la esquina de la calle de Morelos y la calle principal de Hidalgo, en dicha población.

El Señor de Zelontla tiene su fiesta el 20 de Enero, donde hay juegos pirotécnicos, a medio día se celebra una misa, afuera de la iglesia hay puestos con los tradicionales pastes, tamales, aguas frescas y atoles, se adornan las calles de papel picado multicolor, las casas las adornan con papeles de colores, listones y algunos arreglan sus fachadas. De esta tradición religiosa y pagana han surgido costumbres de “Compadrazgo de Cajón” la fecha propicia para bautismos y presentaciones especiales de niños y de niñas, para recién nacidos y enfermizos, y la creencia que algún milagro es realizable durante los festejos.

Los padres convidan a sus parientes y amigos a la aceptación de ser compadres de cajón, que es un compromiso sagrado.

Consiste en un cajón forrado de seda puesto a los pies de la imagen, una formación de padres y padrinos, esperan su turno cargando cada quien a su hijo, para depositarlo como ahijado dentro del cajón, al tiempo en que el padrino correspondiente al bautizarlo el cura, debe decir en rezo “Dulce Jesús” y portar un cirio encendido.

El bebé debe ser colocado dentro del cajón, y se mete debajo de la túnica del Santo para que con la punta de su túnica y la oscuridad le de protección para su vida.

Después de unos minutos, es sacado el niño y entregado a sus padres, quienes se adelantan para preparar y servir el mole y el pulque, atrás viene el padrino cargando el cajón y más atrás los invitados.

Ser compadres de cajón significa un compromiso de ley y amistad.

José Hernández un minero de la mina La Rica me platicó:

  • Un día bajé al nivel 550 y estaba muy preocupado porque mi vieja iba a parir por primera vez, y ya me había dicho la partera que venía mal. Ese día barrenaba con mi compadre una frente de rebaje, cuando era medio turno, de momento se sentó el rebaje y me quedé atrapado con mi ayudante. Las horas eran muy angustiosas y me daban ganas de rascar con las uñas para poder salir, me estaba desesperando, ya nos faltaba el aire. Pensé en mi Cristo, el Señor de Zelontla y con toda mi fe le pedí, le supliqué que ayudara a mi señora en su trance difícil a cambio de mi vida.

Horas después nos rescataron y entre los compañeros alguien se me acercó y me dijo: “Ya nació tu hijo” y se perdió por el angosto túnel de la mina, la verdad a ese minero nunca lo había visto, yo me preguntaba ¿Cómo sabe que nació mi hijo?

Cuando llegué a la casa, encontré a mi vieja muy contenta con su chilpayate en brazos. No cabe duda que el que me salvó, y me avisó sobre el nacimiento de mi hijo, fue EL SEÑOR DE ZELONTLA.

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