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El ring de los poderosos

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El ring de los poderosos

RETRATOS HABLADOS

Parece absurdo acudir a un encuentro de lucha libre sin tener un favorito, que puede ser el técnico o el que practica las malas artes de la marrullería. El espectáculo por sí mismo resulta interesante, atractivo y para muchos queda la posibilidad de mentarle la madre al referí, que con bastante frecuencia carga con un mar de adjetivos en contra de su progenitora.

En la política sucede lo mismo, pero con bastante regularidad también, surge la certeza de que, quien está en el encordado, de que quienes incluso se burlan de sus machincuepas y patadas voladoras, son también sus enemigos, y como esto de la lucha libre nunca ganan los mismos, luego entonces, si sale victorioso, agarrará en contra de los que lo miraron feo sin brindarle su apoyo. Para fortuna de muchos, esa tirria se acaba apenas salen de la arena.

Se trata pues de un espectáculo, una diversión, que finalmente no causa mayor perjuicio a nadie, como no sea el trago amargo de ver que un fornido gigante corretea al que lo abucheo hasta el cansancio.

No pasa lo mismo en la política. 

Los enmascarados que se disputan el poder en el ring no gustan de los que solo acuden a mirar, a ver el también espectáculo. Es más, llegado el momento los pueden convertir en sus enemigos acérrimos si no gritan a los cuatro vientos, que estuvieron equivocados, pero que han abierto los ojos y ahora odian a los que antes amaban.

Nada más endeble en asuntos de fidelidad y lealtad, que estos personajes, siempre apurados en escalar un nuevo peldaño para buscar ser el que manda y ordena.

Sin embargo, es una constante, que ninguno de los gladiadores del ring puede tener, a ciencia cierta, posibilidad alguna de reflexionar, entender el entorno en que se da su oportunidad de ser quien dirija los destinos de un pueblo. Simplemente no hay tiempo, porque la constante es responder a cualquier golpe, bien o mal intencionado, con más furia porque la idea es liquidar al adversario.

Es precisamente aquí cuando descubrimos que el periodismo militante, el que de plano decide que puede asumir las actitudes de sus antecesores para halagar y lisonjear al poder, además de echar toda la podredumbre en contra de los que no piensan así, es un plus para el que ahora adoran. En automático los de antes se convierten en los insurrectos que se oponen al poder. Y así no se camina a ninguna parte.

Ambos manejan la disyuntiva: o estás conmigo, o eres mi enemigo.

Ambos están equivocados.

La prensa militante sirve para maldita la cosa, la prensa que de pronto ya es contestaría, también; la que se deja llevar por la corriente, igual.

Por eso, siempre es digno de reconocerse a quien no cambia ni su estilo, ni su forma, ni su actitud a la hora de trabajar en estos menesteres, porque serán los únicos que tengan la calidad moral para señalar con bases ciertas, los errores de quien esté en el poder.

Y será el mismo de hace 30 años que criticaba con hechos concretos al hombre del poder, que al del presente.

Quien logre entender a esos personajes únicos, sabrá descubrir un faro real para saber qué hacer ante el enervamiento que siempre provoca ser el que manda, y tendrá la ventaja de que podrá llegar a buen puerto.

¡Mil gracias, hasta mañana!

Correo: jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

Twitter: @JavierEPeralta