El que quiera azul celeste… que le cueste

El que quiera azul celeste… que le cueste

Pido la palabra

Buscar el placer y suprimir el dolor; sin lugar a dudas a todos nos gusta gozar de la buena vida, por eso, tomamos aquello que nos proporciona un estado de satisfacción y placer, y nos alejamos de las cosas que sabemos nos producirá sufrimiento; en la familia encontramos ambos polos, una inmensa felicidad y también una profunda desdicha, la familia como la vida, también es parte de esta rueda de la fortuna, a veces arriba, otras, abajo, muy abajo.

Cual auténticos seres humanos, llenos de defectos y limitaciones, siempre estamos en la búsqueda de la perfección en el mundo exterior; y a veces este lugar lo encontramos en un rincón muy alejado de nuestros principios, nuestra inmadurez e ignorancia nos ciega y nos lleva a la temporalidad placentera que a veces resbala al precipicio de la inmoralidad.

Es obvio que no hay en el mundo ninguna persona que desprecie la generosa oferta que le satisfaga alguna necesidad, lo tomamos, lo disfrutamos, pero a la vez, somos unos eternos insatisfechos, pues siempre estamos con la mente puesta en la búsqueda de otras cosas más que nos permitan esa agradable aunque efímera sensación de satisfacción, somos seres que solo nos sentimos importantes cuando algo o alguien piensa en la forma de halagarnos, y lo tomamos como un privilegio que nos corresponde por el simple hecho de existir, somos una generación hedonista, y en el placer somos un barril sin fondo.

Sin embargo, esta sensación de satisfacción se ve frustrada cuando nos damos cuenta que no somos el ombligo del mundo y que para obtener esos privilegios tenemos que esforzarnos día con día en las tareas que nos corresponden dentro del ámbito social, e incluso en algunos casos tenemos que sacrificar algún otro beneficio menor con el afán de conseguir el bien deseado; cosa nada del otro mundo para aquel que está acostumbrado a la lucha diaria pero constructiva

Debemos reconocer que no para todas las personas es lo mismo, hay quienes sienten que todo lo merecen, o peor aún, se les hace creer que son sujetos de recibir beneficios sin que medie un esfuerzo de su parte, y muchas veces por comodidad, pereza o codicia aceptamos esa premisa como un hecho que se debe dar en la realidad sin que haya un razonamiento objetivo que los sustente, es aquí donde empiezan los conflictos de intereses: quiero tener más, pero dando poco o si es posible, nada a cambio.

Esta actitud de recibir pero no dar es la generadora de todo tipo de conflictos, de naturaleza familiar, laborales y, por supuesto, conflictos sociales como los que actualmente nos aquejan; todo mundo pelea hasta con los dientes para lograr derechos, pero esa combatividad la olvidan cuando se trata de cumplir obligaciones, y egoístamente pensamos que primero debe estar nuestra satisfacción personal y luego la de los demás si es que sobra un lugarcito para ello; la filosofía materialista de esta época es “primero yo, luego yo, y finalmente yo”.

El hecho contundente es que todos queremos ser felices con poco esfuerzo de nuestra parte, eso es naturalmente razonable; el pequeño problema es que jamás nos ponemos a pensar en las necesidades de los demás, nos volvemos egoístas; pisoteamos para conseguir nuestros deseos, la unidad social en muchos casos solo es el alimento de los sofismas de la demagogia.

Es el signo de la época, nos ponen la zanahoria enfrente y corremos presos de la manipulación que ejercen en nosotros para conseguirla, o en el peor de los casos, esa necesidad de perseguir la vida fácil es lo que los ha llevado al camino difícil y sin retorno de la delincuencia; buscamos la perfección que el placer refleja, y no nos damos cuenta que la felicidad está en nosotros mismos, en la tranquilidad de nuestra conciencia, en ir a la cama sabiendo que mañana, con seguridad, siempre habrá una nueva oportunidad para mejorar sin pisotear a los demás; ¡si se puede!, la voluntad, el esfuerzo y la buena fe, deben vencer a la indolencia y a la indiferencia por nuestros semejantes.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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