RETRATOS HABLADOS
Todos soñamos con un mundo más justo donde impere la misericordia bien entendida entre sus habitantes. Soñamos con un país fuerte, ajeno al miedo porque un loco ignorante llegue al poder en los Estados Unidos. Soñamos, en fin, con un mundo que sea una casa bondadosa porque es transitoria, apenas con duración de unos años que son nada en la eternidad del tiempo.
Apenas llegados a la juventud apostamos todo al cambio, cualquiera que este sea su rumbo, porque estamos ciertos que la sociedad que dirigen hombres y mujeres de edad adulta se ha podrido y no tiene remedio alguno. Nosotros seremos otra historia, y la revolución que buscamos con ansiedad frenética, vendrá a solucionar todo, absolutamente todo.
Algunos llevan a tal grado el sueño que mueren en ese intento, y son los cadáveres más hermosos que se hayan visto, pero también los más inocentes, más llevados a la muerte sin sentido alguno.
Tendrán que pasar algunos años para descubrir que la espiral de la existencia se nutre de los mismos personajes, porque no hay otra forma de que sobreviva sin cambiar absolutamente nada.
En tiempos más modernos los que se dicen revolucionarios también robaron ese papel a jóvenes sin malicia, y se dan a la tarea de sacar provecho de esa condición.
Hasta que llega un momento en que vemos pasar en el escenario de los ambientes previos a un cambio, a verdaderos artistas de la gesticulación, expertos en el cinismo.
Los recientes acontecimientos registrados en territorio hidalguense como consecuencia del brutal incremento en el precio de las gasolinas, dejó ver por supuesto a ciudadanos legítimamente irritados, pero a la cabeza de muchos contingentes a toda una fauna de arribistas.
Por desgracia hay dos jóvenes muertos, que cada cual buscará cargarle al de enfrente para beneficio propio. Y en estos momentos no son pocos los que asumen la pose de indignación absoluta, para buscar negociar sobre los cuerpos de esas personas que un día cualquiera vieron desaparecer el cielo, los sueños, todo, sin saber a ciencia cierta el porqué.
No, no creo en justicieros sinvergüenzas que llaman al levantamiento social, que incluso proponen una guerra armada contra “los opresores y el mal gobierno”.
No saben lo que piden, no tienen idea de las consecuencias de una nueva guerra intestina en el país. No saben que pasado el tiempo todo resulta ser un “quítate tú para que me ponga yo”, en tanto “el pueblo”, regresa a ser lo que siempre ha sido, es decir el pueblo, es decir nadie en términos concretos.
Veo en las dichosas redes sociales a José Guadarrama, otra vez con el cuento de que él sí fue patriota, que él es el que es; a los Porras, a los Charrez cada vez más enfermos de poder; a los amanuenses del Grupo Universidad; a los que medraron del sistema en el Mezquital y hoy poseen hoteles y ranchos, pero al ser excluidos en el nuevo gobierno, mandan a sus invitados de cumpleaños para sumarse a los bloqueos.
Igual a los encapuchados que se saludan y se preguntan cómo les fue en la otra marcha o bloque a donde fueron enviados.
Es decir lo mismo.
Y siempre bajo el entendido de que están dispuestos a dar la vida, todo, absolutamente todo, “por el pueblo”. Sí, el pueblo que hace mucho que dejó de existir, cuando una sarta de sinvergüenzas lo convirtió en una masa anónima, sin rostro, maleable, pero también siempre dispuesta a suministrar uno que otro muertito para que los líderes tengan más elementos con qué negociar sus ganancias.
Y nadamás por eso, hace mucho, muchísimo tiempo, que dejé de pensar que en la historia mínima que nos toca vivir, hay una lucha de ángeles contra demonios.
Si acaso remedo de ángeles contra remedo de diablos.
Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
twitter: @JavierEPeralta
CITA:
Y siempre bajo el entendido de que están dispuestos a dar la vida, todo, absolutamente todo, “por el pueblo”. Sí, el pueblo que hace mucho que dejó de existir, cuando una sarta de sinvergüenzas lo convirtió en una masa anónima, sin rostro, maleable, pero también siempre dispuesta a suministrar uno que otro muertito para que los líderes tengan más elementos con qué negociar sus ganancias.