El prometer no empobrece…

El prometer no empobrece…

Pido la palabra 

En estos aciagos días de antidemocracia y procesos no electorales, los ciudadanos que ya tenemos algunos años a cuestas, pareciese que estamos viviendo aquellas viejas prácticas del pasado, estamos siendo testigos de una marabunta de emociones rumbo a la silla presidencial; por ello, sin excepción alguna, todos los aspirantes recorrerán en una campaña, todos los municipios que su tiempo y sus finanzas les permita; seguramente ya han recibido a las brigadas de promoción que los acompañarán en su recorrido al 2024, y pronto veremos a grupos vestidos con algún color distintivo del aspirante en cuestión, pero todos con un solo objetivo, captar la atención y en su oportunidad el voto ciudadano.

Las baterías han sido cargadas, los cañones están apuntando a su objetivo, los aspirantes ya han empezado a disparar en su campo de batalla, y, ¡a prometer se ha dicho!; y da comienzo la historia de siempre, ellos, los aspirantes, ya saben el camino y nosotros lo damos como un valor entendido, recibirlos en las reuniones previamente concertadas, hacerles un sinnúmero de planteamientos, y ellos, a prometer la gestión que desde hace años no hemos visto llegar.

Algunos aspirantes, quizá los más experimentados, serán ambiguos en sus compromisos con la finalidad de evadir fácilmente la responsabilidad que representaría un incumplimiento, y por ello, cuando expongan sus proyectos para ganar simpatizantes harán gala de la retórica para prometer sin comprometerse al decir que “en caso de que el voto popular le dé el triunfo, procurará buscar mecanismos para gestionar los apoyos que la comunidad le está solicitando, y será la voz de pueblo que hasta ahora no ha sido escuchada”.

Pues ya sabemos que llegando al puesto afanosamente buscado, sus resultados normalmente se quedan en eso, en simple procuración de buenos deseos, pues en buena parte de los casos, su incapacidad los pierde y son absorbidos de inmediato por las telarañas de un sistema burocrático que le proporciona privilegios y buena vida, y por lo general, el candidato ganador que en campaña se ensuciaba los tenis nuevos en sus recorridos casa por casa, jamás se vuelve a presentar a las comunidades que le dieron la confianza a sus palabras huecas de contenido del discurso de promoción.

Hay otros aspirantes que utilizan otra estrategia de captación de adherentes, eficiente para el objetivo, pero peor o igualmente criticable que la ambigüedad, pues en su meta de ganar las elecciones internas, se ponen a prometer hasta lo que conscientemente saben que no van a poder cumplir, pero prometerlo no importa, ya luego se ocuparán por buscar un pretexto para justificar su incumplimiento, o terminarán echándole la culpa al pasado, pues ese es el deporte favorito de muchos políticos.

Dentro de ese rubro, escucharemos a aspirantes que prometen “hacer más por la seguridad de las familias”, “otorgar apoyos para medicamentos a quien más lo necesite”, “gestionar la construcción de clínica y hospitales”, “más apoyo para proyectos productivos para los jóvenes”, y una enorme cantidad de etcéteras que sería estéril repetir pues ya son de todos conocidos la estrategia de prometer.

Pero no olvidemos que este es apenas un proceso interno, en donde las patadas serán exclusivamente “fuego amigo”, donde se darán con todo no obstante los acuerdos de respeto y civilidad, acuerdos que seguramente se quedarán en el papel, porque en lo oscurito es donde se fraguan las verdaderas batallas políticas.

En cualquiera de los casos, se trate de campañas abiertas o simulación de las mismas para evitar ser sancionados, en mi calidad de ciudadano desearía objetividad en el diálogo y no jugar con la necesidad de los que aún confían en un sistema que en el fondo desconocen; no buscamos que nos digan que estamos jodidos, eso lo sabemos y nos damos cuenta de ello todas las mañanas y lo sufrimos todas las noches; lo que los ciudadanos queremos son proyectos viables y no atole con el dedo; ya no engañen con castillos en el aire.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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