El PRI de ayer, hoy y ¿2018?

CONCIENCIA CIUDADANA
Con los millonarios recursos del erario público a su disposición, los gobiernos “modernizadores” de Salinas, Zedillo, Fox y Calderón pudieron implementar mecanismos de control social destinando millonarios recursos a administrar la pobreza del país, lo que terminó siendo un negocio redondo al convertir a los pobres en clientelas electorales

Cerrando un inmenso ciclo, el sistema político mexicano vuelve a encontrarse en el punto del que partió hace casi treinta años, cuando el entonces candidato priísta aseguraba a la nación, que el gobierno del partido “casi único” concluía a partir de su ascenso al poder; pese a haberlo logrado con las mismas argucias con que el régimen priísta sometía entonces al país, y que la declaración de Carlos Salinas (el candidato en cuestión), hacía pensar superado para siempre.
    Sólo que Salinas mentía, porque ni el fraude electoral con el que llegó al poder fue el último, ni las formas con las que el sistema político logró imponerlo, desaparecieron de la vida nacional con las reformas políticas y económicas que a partir de su sexenio se llevaron a cabo, con el supuesto propósito de hacer real la democracia en México.
    Durante estas tres décadas, lejos de desaparecer, los aparatos de estado y los mecanismos para su operación se acrecentaron y fortalecieron, mientras la democracia prometida se convirtió en una promesa enferma, lánguida y burlada.
    Mientras el poder económico del estado mexicano les duró, los gobiernos autodenominados como “del cambio democrático”, lograron imponerse mediante el uso de programas sociales y la corrupción de la clase política.  Con los millonarios recursos del erario público a su disposición, los gobiernos “modernizadores” de Salinas, Zedillo, Fox y Calderón pudieron implementar mecanismos de control social destinando millonarios recursos a administrar la pobreza del país, lo que terminó siendo un negocio redondo al convertir a los pobres en clientelas electorales.
    Pero lejos de que el llamado “cambio democrático” desplazara las viejas prácticas del ejercicio del poder pareció reforzarlas, haciendo ver al presente como una reiteración del pasado que alguna vez pensamos sólo sería un mal recuerdo.
    Como en las historietas del gran Rius que los jóvenes de los años sesenta leíamos con indignación pero con deleite; el México del cacique, el policía represor, los fraudes electorales y las condiciones miserables del entorno social, se encuentran tan vivas como en aquellos viejos tiempos; aunque hoy la Conciencia Ciudadana repudie su nefasta presencia con mayor energía que entonces.
    El porrismo con el que actuaron un grupo de legisladoras priístas en la Cámara de Diputados contra un legislador de MORENA, es una muestra de que aquel PRI autoritario y violento no ha muerto,  sino que continúa utilizando sus viejas prácticas para imponer su hegemonía; como si no le hubieran bastado doce años de vacaciones en el poder para renovarse, cambiar a fondo o, de plano, desaparecer para dar paso a un partido centrista acorde con los tiempos del neoliberalismo planetario al que hoy sirven sus gobiernos.
    Se acusa con razón a las diputadas priístas de homofobia al insultar al diputado oposicionista utilizando ofensas sexistas. Pero la atención de la Conciencia Ciudadana no debe detenerse en ese dato, por importante que sea. Políticamente, la acción de dichas diputadas es una estrategia de golpeteo urdida, dirigida y permitida por sus jefes legislativos y mandos superiores. Ellas solo son dependientes, parte de una porra a sueldo, como tantas que el priísmo ha utilizado a lo largo de la historia para amedrentar, amenazar o agredir a quienes se oponen a sus designios. En todo centro de poder en sus manos, el priísmo sostiene fuerzas represivas a sueldo, que actúan callada o vociferantemente contra sus opositores como en los mejores tiempos del autoritarismo de Díaz Ordaz o Echeverría.
    Sin embargo, lo sorprendente de la agresión en la Cámara de Diputados ha sido la utilización abierta para ese propósito de personajes que deberían reservarse a otro tipo de acciones, en un lugar donde se concentran todas las miradas de la sociedad mexicana y hasta del mundo entero. Las diputadas priístas “buleando” a su par morenista frente a cámaras y micrófonos, son la muestra de que la violencia exaltada del viejo PRI ha vuelto con más fuerza que nunca durante el presente sexenio; quizá, porque sus desesperados dirigentes y estrategas han decidido que es el momento de desempolvar las armas que los llevaron al poder y mantenerlo en todo lugar donde gobiernan. Hoy como ayer, los priístas muestran su verdadera naturaleza y los gritos de la porra legislativa, sólo son una pequeña pero importante muestra de que están dispuestos a todo para sostenerse en el poder cueste lo que cueste. Sin lugar a dudas, un aviso ominoso para el 2018.
 Y RECUERDEN QUE VIVOS SE LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS CON NOSOTROS.

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