El PRI da la espalda a sus militantes

El PRI fue el heredero del nacionalismo revolucionario, se convirtió en un partido de masas, pero hoy no sólo ha perdido el nacionalismo revolucionario sino su espíritu

El miércoles en Campeche, la Mesa de Estatutos del PRI eliminó los candados para sus candidatos a puestos de elección popular, al margen de la oposición de muchos de sus militantes. El coordinador de la bancada de los diputados del PRI, César Camacho Quiroz, eufórico de alegría señaló que con los cambios realizado a los estatutos, la oposición se quedaría “con un palmo de narices” en 2018, olvidando que la competencia en las elecciones generales del próximo año no será contra los partidos, sino contra la voluntad popular de los ciudadanos, si se respeta su voto, a quienes les corresponderá castigar al PRI o ratificarlo por lo que ha hecho hasta hoy.

El PRI actual se ha divorciado de su historia que le dio origen. El “nuevo PRI” busca el poder por el poder, no para impulsar el crecimiento económico y el desarrollo de México; este PRI no tiene nada que ver con el que nació en 1938 bajo las ideas de la revolución de 1910 y el nacionalismo del General Lázaro Cárdenas. La ambición del PRI por el poder, lo han llevado a traicionar uno de los principios que hicieron la revolución en 1910: “Sufragio efectivo, no reelección”, en la reforma política de 2013 que permitirá la reelección de diputados y senadores en las próximas elecciones.

El PRI fue el heredero del nacionalismo revolucionario, se convirtió en un partido de masas, pero hoy no sólo ha perdido el nacionalismo revolucionario sino su espíritu. Los cambios en los estatutos del PRI no se corresponden a una revisión crítica del camino recorrido al frente de la presidencia de la república ni buscar corregir errores cometidos,  en un esfuerzo por buscar un acercamiento con los ciudadanos y la vuelta al nacionalismo revolucionario que le dio origen, el cual parece haber enterrado para abrazar el neoliberalismo; los cambios internos del PRI parecen más bien obedecer al miedo por el castigo de los ciudadanos en 2018.

Los cambios es sus estatutos, irónicamente, no sólo muestran su debilidad frente a los electores, sino que golpea una vez más a sus militantes al optar por candidatos de quien supone le puede dar mejores resultados electorales.  El Artículo 166 de sus estatutos, señalaba que “para los casos de presidente de la República, gobernador y jefe de Gobierno del Distrito Federal se requerirá acreditar la calidad de cuadro, con diez años de militancia partidaria”, ahora cualquier persona que el PRI estime que puede darle el triunfo electoral podrá ser postulado a todos los puestos de elección popular.

Con esos cambios, miles de sus militantes que trabajaron arduamente para hacer posible que el PRI regresara a Los Pinos, pensando que una vez retomado el poder perdido en el año 2000, podrían contribuir a ejercer el gobierno desde las distintas instituciones del Estado; lo que no sucedió, pues los cuadros que dejó el PAN en la estructura del aparato estatal fueron reciclados y ellos marginados; cuadros que hasta hoy siguen trabajando para el PRI y aún tienen la esperanza de incorporarse al gobierno federal o aquellos que recibieron una jefatura de departamento o una subdirección en alguna institución del gobierno, como premio de consolación, se quedarán esperando que se reconozca su trabajo y su lealtad al tricolor o terminarán rompiendo con su partido, alejado hoy a los principios populares que le dieron vida. De este modo, podríamos estar en la antesala de un nuevo desprendimiento dentro del PRI.

El presidente del PRI, Enrique Ochoa Reza, ha dicho que el “PRI en la pluralidad política es muy fuerte, en la unidad de propósito, el PRI es invencible”. Sin embargo, los escándalos de corrupción en los diferentes niveles del gobierno, entre ellos los casos de los gobernadores César Duarte Jáquez, Rodrigo Medina de la Cruz, Fausto Vallejo Figueroa, Tomás Jesús Yárrington Ruvalcaba, entre tantos otros, la retórica de las reformas económicas que han terminado por reducir los ingresos de los ciudadanos, el empobrecimiento paulatino de millones de mexicanos, el aumento de miles y miles de profesionales desempleados, de millones de hombres y mujeres que diariamente buscan sobrevivir en la economía informal.

Y como consecuencia de todo lo anterior, el incremento de la inseguridad, producto del desempleo y el empobrecimiento de la población, cuya mejor expresión es el repunte del crimen organizado; todo ello, serán los peores enemigos del PRI en el 2018 que lo hacen vulnerable, mostrando que ninguna fuerza política es invencible frente al enojo de los ciudadanos.

Si los mexicanos tienen memoria, si se respecta el voto de los ciudadanos, seguramente no veremos por algunos años al PRI en Los Pinos en 2018. No obstante, los próximos años podrán inaugurar un nuevo periodo de restructuración interna del PRI, que podría comenzar con deserciones y la conformación de nuevas fuerzas políticas, frente al oportunismo evidente dentro del PRI y otras fuerzas políticas que buscan en las elecciones generales de 2018 sobrevivir, pero sobre todo seguir disfrutando de los privilegios del poder, como el PRD cada vez más debilitado y en busca de sobrevivir a la sobra del PAN en el Frente Nacional Opositor.

Pero en medio de la disputa por la presidencia, no debe olvidarse que en 2018 se renovarán las cámaras de diputados y senadores, que por primera vez podrán ser reelegidos posteriormente, gracias a una reforma política que el hoy gobernador de Chihuahua, Javier Corral, cuando fue senador dijera de ella que el “Dictamen de reforma política es una simulación vil”. En ese sentido, los ciudadanos deberían elegir a aquellos legisladores que tengan la capacidad para impulsar y trabajar para reformar una Constitución que hoy no se ajusta a la realidad nacional ni a su entorno o para crear las bases para una Constituyente que permita refundar un Estado nacional y sus instituciones, las cuales no se ajustan a los nuevos desafíos de hoy.

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