El pozo

PEDAZOS DE VIDA

En el fondo no hay más que lodo que comienza a pudrirse. Hay humedad pero ya no hay agua que se pueda sacar para abastecer al pueblo. Otra vez la preocupación y el pánico comienzan a esparcirse entre las pocas casas que pretendían hacer un gran poblado. La gente de piel descalzos tendrá que caminar nuevamente sobre tierra caliente,  y mirar a través de huesos, la forma en que los animales fueron doblegados por el calor y se quedaron en inanición sintiendo como los insectos se daban un festín.

Es la ley de la vida, sentir la crueldad para hacerse fuertes, para que mañana los hombres que hayan soportado el viaje, tengan historias que contar, y sepan que hay sacrificios más allá de lo que muchos podrían imaginar y de lo que pocos logran soportar. Los hombres caminan sobre la tierra que hace rato ya no sienten. Entre el calor y la sed el dolor no tiene cabida, la máquina del cuerpo solo busca sobrevivir.

Las mujeres parecen frágiles y débiles pero son más fuertes que muchos hombres, además del esfuerzo que hacen por sostenerse ellas mismas, algunas llevan hijos en brazos,  caminan en silencio, y a momentos se detienen para darle un poquito, solo un poquito de agua, de la última lluvia, a los hombres y niños. No tienen certeza de cuándo terminará el viaje, administrar muy bien el líquido es lo que mantendrá, junto con la esperanza, la vida de todos.

Llevan tres días de camino, y a lo lejos sólo se ve la forma en que el sol entra por un lado y sale del lado contrario cuando llega la noche… Así caminan los condenados, sin rumbo fijo, en un desierto eterno que les hace pensar que lo más horroroso de ese lugar no es que alguien se mate al caer dentro del pozo, sino que el pozo se quede sin agua. Es demasiado tarde, ellos caminan, aunque hace tiempo que han dejado de caminar, y las moscas se reproducen dentro de sus carnes en completa abundancia.