El Poder Mutilado

FAMILIA POLÍTICA

Paradójicamente, hoy el uso de la fuerza se sataniza: el poder se mutila.  Cuando el Ejército y la Marina salen a la calle, sin el respaldo de una legislación idónea, se exponen a que su investidura sea objeto de vejaciones y faltas de respeto por la opinión pública y la amputación de sus derechos humanos.  No pueden ejercer a nombre del Estado el monopolio legal de la fuerza que la Constitución otorga.

“Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo”.

Sor Juana Inés de la Cruz.

Un respetado ex gobernador del Estado me dijo recientemente, más o menos lo siguiente: “Como sociedad hemos hecho lo posible por quitar poder al gobierno y luego nos quejamos de que no es capaz de resolver los problemas nacionales”.  
También reflexionábamos acerca de la popularidad de los gobernantes en los diferentes tiempos de su mandato; concluíamos que los máximos porcentajes de aceptación popular se dan en algunos países de gran tradición  monárquica (obviamente con altos niveles educativos y de bienestar social).  
En este esquema es válido especular en el futuro que podría tener un personaje, hoy mesiánico, si un día dejara de luchar contra “la mafia del poder” para ocupar su lugar.  Creo que en su reducida visión prospectiva no advierte que ganando el poder perdería la oposición y que en lugar de criticar la incapacidad de las instituciones para acabar con las grandes lacras sociales como la corrupción, la inseguridad, el desempleo…  él tendría que afrontarlas, seguramente sin éxito.  No basta una supuesta buena voluntad para gobernar con eficacia.
Decía Lord Acton que “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.  Montesquieu al concebir el principio de división de poderes tuvo como objetivo “Que el poder limite al poder”, aunque la preponderancia del Ejecutivo, es proverbial en nuestro país, históricamente.
En los tiempos pre coloniales, los regímenes teocrático-militares hacían que la figura del monarca fuera todopoderosa.  Siguiendo a Spengler, podemos decir que toda civilización pasa por tres etapas: crecimiento, auge y decadencia; así, cuando un sistema se encuentra en el cenit, comienza su caída; fue el caso del imperio azteca (aunque el Licenciado Moctezuma Xocoyotzin no haya sido Presidente).  
A pesar de su alta aceptación popular (por voluntad o por la fuerza), su poder como gobernante estaba mutilado por sus propias supersticiones, por el supuesto cumplimiento de la profecía de Quetzalcoatl, por la inconformidad de pueblos sojuzgados (como los tlaxcaltecas), entre otras circunstancias.´ La conquista propició un gran caos, después se institucionalizó en trescientos años de estabilidad colonial (mestizaje, sincretismo religioso, asimilación lingüística y cultural…) hasta que el poder de España se vio mutilado por la ilustración de sus propios hijos nacidos en América.
La Guerra de Independencia generó otro largo periodo de anarquía, de luchas internas, de intereses económicos con disfraz religioso o ideológico; pérdida de más de la mitad del territorio nacional; fortalecimiento de la figura presidencial y cierta estabilidad lograda por Juárez y su grupo de brillantes intelectuales, después de la Guerra de Reforma y de la Intervención Francesa.  El poder presidencial mutilado peregrinó en un carruaje, mientras el país se convulsionaba en la inestabilidad.  Después, el Porfiriato.
El más grande error del General Díaz, ya lo hemos dicho, fue no morir a tiempo.  Durante más de dos décadas su nivel de popularidad podría constatarse por cualquier encuesta contemporánea.  Su inmenso poder fue mutilado por el inexorable arribo de la senectud: “El Héroe del dos de abril” se convirtió en “El Héroe de la paz”… de los sepulcros.
Cuando un dictador se va, siempre hay un gran vacío de poder.  La Revolución Mexicana generó anarquía; produjo: mártires, héroes, caudillos, caciques, curas canonizados, facciones y finalmente una nueva Constitución, instituciones renovadas y partidos políticos.
A partir de 1929, hasta los propios detractores del PNR y de su descendencia, reconocen que la estabilidad permitió el avance del país en los aspectos económicos, políticos, sociales…  Un partido fuerte del cual emanaron sucesivos gobiernos fuertes mantuvo su vigencia durante varios lustros, hasta que sus propios excesos lo llevaron a la automutilación de su poder.  En 1968 un movimiento estudiantil, con raíces ideológicas y filosóficas de vigencia universal, puso a prueba al régimen.  El Presidente Díaz Ordaz, empleó mano dura.  En 1971, la dosis se repitió durante el llamado “Jueves de Corpus”.
El sucesor del Presidente Echeverría, no tuvo contrincante en su candidatura para ascender al máximo cargo de elección popular.  La Reforma Política transformó a los Diputados de Partido; se llegó al absurdo constitucional de crear Senadores Plurinominales; comenzó el auge de los Derechos Humanos en el mundo; los tradicionales medios masivos de comunicación se vieron rebasados por las redes sociales; las organizaciones independientes acrecentaron su poder; un movimiento “guerrillero” pactó con el gobierno; se crean comisiones, comisionados y fiscales para toda ocasión; nuevos sistemas de justicia penal para evitar la saturación de las cárceles y se cuestionan las decisiones de la autoridad, en abierto desafío a la voluntad del Ejecutivo.  El Legislativo se revela (y se rebela) como escenario donde se confrontan intereses.
Es un hecho que ningún gobierno en ninguna parte del mundo puede prescindir de la violencia legítima.  Paradójicamente, hoy el uso de la fuerza se sataniza: el poder se mutila.  Cuando el Ejército y la Marina salen a la calle, sin el respaldo de una legislación idónea, se exponen a que su investidura sea objeto de vejaciones y faltas de respeto por la opinión pública y la amputación de sus derechos humanos.  No pueden ejercer a nombre del Estado el monopolio legal de la fuerza que la Constitución otorga.
    Ojalá que la mutilación de los poderes constituidos no ubique a México en la antesala de la anarquía o del absolutismo.

Octubre, 2017.

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