Home Nuestra Palabra Miguel Rosales El placer efímero de la mentira no debe sustituir a nuestro anhelo de volar

El placer efímero de la mentira no debe sustituir a nuestro anhelo de volar

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El placer efímero de la mentira no debe sustituir a nuestro anhelo de volar

Pido la palabra

Para ocultar la mediocridad no hay mejor recurso que la mentira, ese parece ser el grito de batalla de aquellos que su futuro lo ven incierto a causa de sus propios errores, los cuales les cuesta mucho reconocer, y por ello, siempre buscarán la forma de desviar la responsabilidad hacia otras personas, sin importarles que esas personas puedan ser afectadas material y emocionalmente por la canallada que representa el mentir.

En principio, tal vez parezca que los mentirosos han ganado la batalla, pero como decía Eduardo Couture refiriéndose al Derecho: “El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración”; los amantes del esoterismo dirían que es el “karma”, y por lo tanto replico este pensamiento que leí en alguna parte: “Nunca entenderás el daño que hiciste hasta que otra persona te haga lo mismo, por eso estoy yo aquí, Atentamente: El Karma”.

La mentira produce un placer efímero, al ver como su resultado parece favorecerte; pero su verdadero efecto termina por ser fatal para aquel que la vierte, pues no importa el tiempo que haya transcurrido, el letrero de “mentiroso siempre irá lacrado en su frente”.

El decir la verdad nos libera de una carga bastante pesada, tal vez las consecuencias nos duelan, pero ese sentimiento que produce el reconocer los errores son el primer paso para ir creciendo emocionalmente; la madurez comienza con el autoconocimiento de tus fortalezas y debilidades.

Lo mejor es caminar con la cara en alto, no obstante las piedras en el camino que los envidiosos y traicioneros colocarán para evitar que los emprendedores avancen; dejen que esa gente nefasta y floja se retuerza en sus propias heces, pues tarde o temprano se tragarán su propio veneno, solo es cuestión de tiempo.

Que su envidia sea tu acicate; no te bajes a su nivel de mediocridad, mejor avanza, pues cada uno de tus éxitos es una especie de bofetada para aquellos cuyo único argumento es “mentir”.

Por ello debemos preguntarnos si estamos preparados para triunfar, la respuesta debe ser simple y directa: si, cada día que pasa es una nueva oportunidad para ser nosotros mismos, y también para superar lo que hicimos el día anterior, es decir, para superarnos a nosotros mismos, de ahí la expresión: ¡supérate!

Competir con lo que otros hacen, con franqueza no le veo ninguna razón, pues hay gente que tiene habilidades y talentos que nosotros no tenemos, al notar ello, podríamos deprimirnos por la frustración.

Mejor fijemos la vista en nosotros mismos, ahí es donde está el verdadero reto, encontrar nuestros talentos y explotarlos al límite de nuestras fuerzas; conocer nuestras fortalezas y debilidades y trabajar en ellos, nos pone en la puerta de las oportunidades y elimina a las amenazas; además de que nos permite un sueño placentero al saber que hacemos lo que nos gusta, sin lastimar a nadie, sin mentirnos a nosotros mismos.

Volemos si ese es nuestro deseo, volemos lo más alto que se pueda, pues al final, nosotros somos propietarios de nuestras alas y nuestro límite es la voluntad para materializar esos sueños.

Pero tampoco olvidemos que las alturas no nos facultan para denostar a quienes, en su intento de volar, han quedado rendidos en su lucha infructuosa; es más, su solo intento, aunque fallido, los coloca en una posición arriba de los que no han tenido el valor de intentar su propio vuelo.

Mira hacia el cielo, fija tu mirada en tu objetivo, extiende tus alas y vuela a conseguir lo que sueñas; si no lo logras, sigue intentando, la perseverancia tarde o temprano te dará sus frutos.

Pero si tu fuerza y talento fue suficiente para alcanzar el éxito en tu primera vez, entiende a ese éxito sólo como un escalón más en tu vida, en donde ese logro se convertirá en tu nuevo piso de donde partirás para alcanzar nuevos recintos de vida.

Sigue volando, pero mi consejo es, que por más alto que vueles, nunca vayas a perder el piso, pues de otra forma, terminarás viviendo en las nubes, y en el primer chubasco te verás derramado en el suelo, quizá siendo parte del fango de la soberbia.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito està.