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El paso y el peso de un año…

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PIDO LA PALABRA
    •    Iniciamos un nuevo diciembre, alguien dijo, “el más bonito del año”… 


Hace un año que cambiamos de rumbo, hace un año que seguimos tratando de entender cuál es ese rumbo, un año que ha servido para intentar alejarnos del oscurantismo del pasado y evitar entrar a un oscurantismo del futuro.

Haciendo un análisis de todo lo que miles de familias hemos atravesado en este año de nuestras vidas, me pregunto: “¿qué ha cambiado en nosotros desde Diciembre del 2018 y hasta esta fecha?” Escarbo en mi memoria y para tener un punto de partida, comparo mi nivel de felicidad anterior y la actual, y sin necesidad de hacer conversiones matemáticas, me doy cuenta de que la línea de satisfacción integral prácticamente no se ha movido hacia arriba, aunque otros datos dicen que somos felices, felices, felices.

Un año en la que hemos tenido la suerte de conocer gente propositiva, emprendedora, y que junto con ellos hemos buscado mejorar nuestro entorno, pero también hemos tenido enfrente a gente que siempre busca meter zancadilla, vientos negros que hemos podido capotear; de todos hemos aprendido algo, a hacer y a no hacer, a confiar, y últimamente, a desconfiar también.

Canas y arrugas que son la prueba de horas y horas de esfuerzo, cuidando detalles, imaginando nuevas formas de hacer las cosas para mejorar las condiciones de todo aquello que pueda influir en nuestro camino, o bien para paliar nuestra frustración de no haber conseguido algún objetivo personal.

Iniciamos un nuevo diciembre, alguien dijo, el más bonito del año, pero este tiene la particularidad de la incertidumbre que otros diciembres no han tenido; sobre mucha gente pesa la sombra de la crisis económica, del desempleo, la inseguridad cada vez más galopante; los villancicos que ya se escuchan por doquier pasan inadvertidos cuando se tiene hambre y miedo; los peces en el río se verían mucho mejor en la mesa de alguna familia de escasos recursos.

¿Un año para reflexionar o para ajustar nuestro proceso de adaptación a los nuevos tiempos que nos tocó vivir?; las dos cosas sería conveniente; reflexionar sobre los cambios que necesitamos concretar, pues si queremos vivir lo mismo, sigamos haciendo lo mismo; pero también, adaptar nuestra mente a la necesidad de vivir dentro de este mundo de  presiones sin tener que pisotear a nadie, pero tampoco dejarnos pisotear. Un año en el que la presencia innegable de la familia es lo que nos dio y debe dar la fortaleza para seguir adelante.

Lo triste es que hoy día hay miles de familias que no podrán celebrar como probablemente lo intentará el resto; familias en donde el luto de la impunidad los ha dejado huérfanos; ¿cuántos LeBarón se necesitan para asumir el control de la seguridad? ¿cuántas Abril tienen que morir para que los sistemas, el penal y el político, enfoquen más su mirada en lo social y no en lo electoral?, pues si realmente se conociera las necesidades sociales entenderíamos que lo que se requiere no es el pescado, sino las condiciones que nos permitan pescar.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.