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El Papa inaugura el Año Santo

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Fuertes medidas de seguridad

  • Un total de 5.000 agentes, entre policías y miembros del Ejército buscan conjurar el peligro de un posible atentado.

El Jubileo, que proviene de una antigua tradición judía, se celebra cada 25 años y puede ser ordinario o extraordinario. Se inicia con la apertura de la Puerta Santa de la basílica de San Pedro -puerta de bronce que sólo se abre durante el Jubileo- y, sucesivamente, con la apertura de las puertas santas de las cuatro basílicas mayores de Roma: San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor

Justo antes de abrir la Puerta Santa en la basílica de San Pedro, el papa Francisco pronunció una frase que resume la esencia de su pontificado y la razón de la convocatoria del Año Santo de la Misericordia, que se prolongará hasta el próximo 20 de noviembre. “Cuánta ofensa se le hace a Dios”, advirtió Jorge Mario Bergoglio, “cuando se afirma sobre todo que los pecados son castigados por su juicio, en vez de anteponer que son perdonados por su misericordia. Debemos anteponer la misericordia al castigo”. La inauguración del Jubileo estuvo marcada por el mayor despliegue de seguridad que se recuerda hasta la fecha, puesto en marcha alrededor del Vaticano para conjurar el peligro de un posible atentado. En la ceremonia de apertura de la Puerta Santa estuvo presente Benedicto XVI.

El despliegue de seguridad, que ya se había hecho patente principalmente en Roma y Milán tras la masacre de París, se ha reforzado ahora con más de 5.000 agentes, entre policías y miembros del Ejército que, con armas largas, custodian las principales Embajadas, basílicas y sedes gubernamentales. Se ha decretado una zona de exclusión aérea y los miles de fieles que, desde antes del amanecer, fueron acercándose al Vaticano para asistir a la misa de inauguración del Jubileo tuvieron que pasar bajo arcos de seguridad y someterse a exhaustivos registros.

“Abandonemos toda forma de miedo y temor”, dijo el Papa durante la homilía, “porque no es propio de quien es amado; vivamos, más bien, la alegría del encuentro con la gracia”. El Papa sostiene que “la propia Iglesia a veces sigue una línea dura y cae en la tentación de subrayar únicamente normas morales”.