SABER PARA CONSTRUIR
De acuerdo con el Índice de Prosperidad Urbana (ONU-Hábitat), por ejemplo, el tamaño de la población de los asentamientos humanos parece guardar una relación directa con su nivel productividad, de modo tal que en tanto las ciudades grandes y medianas tienen valores promedio de productividad superiores a la media nacional, las pequeñas se encuentran por debajo.
El ordenamiento territorial se concibe como un instrumento de planeación estratégica que atiende aspectos económicos, sociales y medioambientales, entre otros, procurando abordarles con una perspectiva integral. El objetivo es organizar los asentamientos sobre el territorio, de manera que se optimice la eficiencia de las actividades que se realizan para la reproducción social, se logre una sólida cohesión en el seno de las comunidades y se haga un uso adecuado y sustentable de los recursos disponibles.
Como política pública, el ordenamiento territorial es una práctica cada vez más común para los tres órdenes de gobierno. En el Estado de Hidalgo cuenta con un referente normativo: Ley de Asentamientos Humanos, Desarrollo Urbano y Ordenamiento Territorial del Estado de Hidalgo. En ella se define al ordenamiento territorial como “el proceso de distribución equilibrada de la población y de las actividades económicas en un espacio determinado, atendiendo a la localización del equipamiento e infraestructura económica y social, en relación a las necesidades de equilibrio general de la población y del medio ambiente”.
Entre los elementos contextuales que han caracterizado al proceso de estructuración del territorio en nuestro país durante las décadas más recientes se encuentran las altas tasas de urbanización y el proceso de internacionalización de los mercados o globalización económica. A lo largo y ancho del territorio nacional, sin embargo, ambos elementos se expresan en modo diverso y con distinta intensidad, generando desigualdades en el desarrollo nacional.
Pueden distinguirse por ello zonas geográficas con mayores ventajas comparativas en lo que toca a la actividad económica. Entre éstas pueden contarse una jerarquía alta en el Sistema Urbano Nacional de sus principales asentamientos humanos; una dinámica económica que es más atractiva para los flujos de inversión; una localización favorable particularmente para el comercio internacional; el asentamiento de empresas de mayor magnitud y/o enfocadas a competir en el mercado externo; mayor acceso a la innovación tecnológica; recursos humanos mejor educados y más capacitados; mayor dotación de equipamiento e infraestructura, entre otros.
De acuerdo con el Índice de Prosperidad Urbana (ONU-Hábitat), por ejemplo, el tamaño de la población de los asentamientos humanos parece guardar una relación directa con su nivel productividad, de modo tal que en tanto las ciudades grandes y medianas tienen valores promedio de productividad superiores a la media nacional, las pequeñas se encuentran por debajo.
Las elevadas tasas de urbanización, sin embargo, también representan serios inconvenientes ante el impacto que supone el crecimiento de una mancha urbana sobre un territorio determinado. Observándose fenómenos concomitantes tales como como la precarización urbana y el daño ambiental. Refiere ONU-Hábitat: “no es posible fomentar el desarrollo económico o de infraestructuras sin tomar en cuenta otros aspectos fundamentales como la sostenibilidad o la inclusión social. La mejora de una dimensión urbana implica ineludiblemente un impacto positivo en las otras. Por el contrario, el rezago de una dimensión implicaría una limitante para las demás”.
Con ello, al ordenamiento territorial comienza a ligarse con el cambio social y la atención de la pobreza, además de la protección al medio ambiente natural. Es ese tenor, el territorio deja de ser mero escenario donde se aplican las políticas públicas, para convertirse en la piedra de toque para impulsar el desarrollo y generar riqueza, considerando los recursos disponibles o vocación productiva en un espacio geográfico particular.
Dadas las características de los aspectos involucrados, así como la complejidad de sus interrelaciones, el ordenamiento territorial se percibe con una perspectiva integral, por lo que se involucran distintas vertientes del desarrollo teniendo como marco al territorio y sus recursos: el desarrollo social, el desarrollo productivo sustentable y el desarrollo de la infraestructura y la organización social, etcétera.
El ordenamiento territorial, en ese sentido, resulta una herramienta útil para la planeación del desarrollo. Busca corregir o prevenir las afectaciones derivadas de la presión sobre los recursos naturales y los espacios geográficos, inherentes al crecimiento de las poblaciones en determinadas áreas o regiones, particularmente en las ciudades, asiento de la mayor parte de la población nacional.
Datos ilustrativos de la diversidad que es necesario atender son los siguientes: en 2010 76.8% de la población residente en el país podía clasificarse como población urbana y 23.2% como población rural (localidades con menos de 2,500 habitantes). En el Estado de Hidalgo, en cambio, la población urbana representó 52.2% y la rural 47.8% en el mismo año.
*INVESTIGADOR DE EL COLEGIO DE HIDALGO