El nuevo

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RELATOS DE VIDA

En la casa ya no cabe ni un perro más, o al menos eso creía, el alma caritativa y la soledad de mi madre, la ha llevado a resguardar a por lo menos una docena de canes, algunos de ellos de raza y otros más conocidos como híbridos, en su mayoría acogidos por adopción.

Los días no son fáciles, el alimentar a los 10 animalitos de compañía resulta oneroso, sobre todo porque parece que comen mejor que los propios hijos, diario comen carne, además de sopa, todo muy bien cocido para que no enfermen.

La ventaja de todos los hijos adoptados de mi madre, es que cuentan con un médico de cabecera, en cuanto se asoma un síntoma de cualquier enfermedad, inmediatamente son tratados y cuidados con mucho cariño.

La mayor parte del tiempo la sacan de sus casillas porque defecaron en un lugar que no debían, porque le quitaron la comida a un perrito hermano, porque mordieron las chanclas o porque perdieron los calcetines, pero se olvida con unos ojitos coquetos.

La promesa es que ya no recibiría a otro perrito, pero su subconsciente le aconsejó regalarle a mi hermano otro animalito más, Mateo llegó a la casa y desde un principio brindó cariño y compañía a humanos y canes.

Juega, corre, muerde zapatos, las esquinas de los muebles de madera, acostumbra llamar la atención para que lo saquen al patio en alerta de que tiene que hacer sus necesidades, aunque después de varias vueltas entra a la casa para hacerlas adentro.

Este inquilino nuevo ha sido bien aceptado por todos sus hermanos canes, menos por el más pequeño en tamaño y edad, y sobre todo, el consentido de la jefa de la casa, quien seguramente presiente que le quitarán el lugar, pues cada vez que Mateo se le acerca, gruñe para espantarlo.

Lo cierto es que de seguir con este ritmo de adoptar animalitos, próximamente los cuartos de mi hermano y mío, que aún se conservan en la casa de mi madre, serán ocupados por nuestros perro-hermanos.

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