
Pido la palabra
El Poder es tomar el miedo de otros en nuestras manos y mostrárselos…castrarlos hasta convertirlos en nuestros fieles vasallos, títeres inanimados para que, sin chistar, hagan lo que el líder les ha ordenado; agachar la cabeza ante el que manda, perder la dignidad, someterse a la línea dictada, y dejar pasar el tiempo perdido en la cobardía de su silencio.
Ese miedo es el que huelo en muchos de nuestros sectores sociales, políticos, sindicales; no se atreven a levantar la voz aquellos a los que se les paga para hacerlo; convidados de piedra con dinero en los bolsillos, cómplices de las desgracias sociales.
Representantes populares siguiendo línea “de arriba”; líderes sindicales legitimando la opresión que les reditúa prerrogativas personales, no hay delegado sindical que aguante un cañonazo Obregonista; compra de conciencias en la venta de representados; una bonita playa, un buen hotel y tardes de francachela, ¡ese es el precio de los que representan a grupos sociales o sindicales! Unos y otros parecen cortados por la misma tijera; el miedo a ser exhibidos como traidores los hace someterse a la comodidad de la obediencia.
Y mientras ellos se divierten con los juguetitos que les permite tener el Poder Constituido, el verdadero pueblo, el soberano al que no le permiten de facto usar esa soberanía, sigue en la incertidumbre de la inestabilidad social, económica, política y laboral.
En los Congresos Camerales hacen como que discuten las mejores leyes para los Mexicanos; en los Congresos Sindicales hacen como que pretenden mejorar las condiciones de los trabajadores; pero los unos, lo que pretenden es preservar el imperio recuperado; los otros, conservar el poder fáctico que tantos privilegios les ha concedido. Odian los mesianismos, pero viven de ellos, apuñalan al pueblo, pero es el que les paga sus excesos.
La zona de confort en la que se encuentran les ha hecho perder piso, la sensibilidad que venden en sus campañas pronto se desvanece; es más importante el quedar bien con el Partido, que con quienes les están partiendo el alma y su estabilidad en el trabajo con sus disciplinas institucionales; la sumisión los lleva a levantar dedos sin chistar; el valor no paga, la obediencia reditúa dividendos políticos.
Los líderes de los sindicatos corporativos y los políticos de bolsillo no se mueven en tanto no vean en riesgo “su honorable transparencia”; la libre contratación y el libre despido no tienen la menor importancia; las leyes que impliquen más cargas al ciudadano les tiene sin cuidado; pero esos seres inanimados de repente despiertan cuando el amanecer de la rendición de cuentas los está encandilando, ¡ése sí es un verdadero peligro!, ¿con qué derecho pretende alguien conocer el destino de las cuotas sindicales o de los apoyos económicos para la gestión social que reciben los legisladores?, y por ello, en menos de lo que rebuzna un burro, las leyes surgen casi de la nada, como nada pasará con ese tipo de leyes que pretenden abatir la corrupción
Seguramente algún líder sindical que se sienta aludido -algunos se pondrán este saco- dirá que transparencia ya es un bendito hecho; quizá algún legislador se rasgará las vestiduras y jurará por su madre que es el más honesto y transparente de la creación; pero lo cierto es que hoy día los liderazgos, individuales o de grupo, están inmersos en una espiral de descrédito que difícilmente se detendrá con promesas. Lo que la gente quiere son hechos y no palabras.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.