El Mercadólogo

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De seguridad y responsabilidad

La crisis sanitaria originada por la Covid-19 ha traído, como consecuencia, una crisis económica cuyos efectos seguramente sigan causando estragos una vez se tenga bajo control el virus. En cuanto el porcentaje de población vacunada sea lo suficientemente alto como para que nuestros sistemas de salud sean capaces de dar atención a las personas contagiadas y el número de defunciones por esta causa disminuya considerablemente, volveremos a una normalidad muy parecida a la anterior a marzo de 2020.

Sin embargo, en el plano económico, la recuperación tardará mucho más tiempo. Según los datos del Instituto Mexicano del Seguro Social, durante el último año se perdieron el 3.2% de empleos formales. El sector turismo y servicios son las actividades que han resultado más afectadas, además de los micronegocios y personas en pequeños establecimientos. Por su parte, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) nos dice que durante 2020 hubo un 55.6% de personas dedicadas a empleos informales, porcentaje menor al registrado en 2019 (56.2%).

Para intentar paliar los efectos económicos en la población, las autoridades mexicanas han implementado un semáforo que indica las actividades permitidas y las medidas que se tienen que seguir según la fase en la que se encuentre cada territorio. Sin embargo, llegar al color verde en esta escala no significa que la pandemia esté controlada y se pueda hacer vida normal. El virus sigue aquí, entre nosotros, cobrándose vidas, y nadie puede sentirse exento de sus efectos. No solo afecta a las personas mayores o con patologías previas, aunque éstas tengan mayor riesgo. Pasar la enfermedad no asegura el desarrollo de anticuerpos. Estar vacunado no exime de contraer o contagiar la enfermedad, simplemente asegura que los síntomas serán leves o inexistentes.

Muchos negocios están haciendo un esfuerzo por adaptar sus instalaciones y por implantar protocolos de cara a recuperar parte de sus ingresos. Para ello, las indicaciones sanitarias son simples: mantener una distancia social, uso de cubrebocas todo el tiempo, priorizar los espacios al aire libre, o si la actividad se desarrolla en interiores asegurar la ventilación constante del espacio y tener disponible gel hidroalcohólico. Sin embargo, para cumplirlas es necesario, en la mayoría de los casos, realizar una inversión económica. Además, hay que tener en cuenta que la facturación será menor de la que se tenía antes de la pandemia, aunque en muchos casos, es mejor tener un ingreso pequeño a no tener nada.

Pero hay una parte de este plan que no depende del propietario del negocio, y que es donde tiene que entrar la responsabilidad de cada uno de nosotros: si los clientes insisten en llevar mal puesto el cubrebocas; si no respetan los aforos permitidos en los sitios; si se juntan con otras personas no convivientes, no respetando la distancia social; si no utilizan frecuentemente el gel hidroalcohólico ni se lavan las manos; si no realizan el llamado «estornudo de etiqueta», entonces no sirven para nada las precauciones que se tomen en los diferentes establecimientos.

La pandemia aún no está controlada, y es responsabilidad de todos frenar su avance. Cada uno de los agentes sociales tiene que realizar su parte: las autoridades tendrán que encargarse de la vacunación y la asistencia sanitaria, los empresarios tendrán que esmerarse en proporcionar espacios seguros para su clientela, y la sociedad tendrá que respetar dichas medidas. Si nosotros no hacemos nuestra parte, el esfuerzo de los demás no vale para nada.

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