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EL MERCADÓLOGO

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EL MERCADÓLOGO

De pasión y política

La mayoría de los aficionados a algún deporte suelen describir el sentimiento que surge dentro de ellos cuando lo practican o lo ven utilizando la palabra “pasión”. Como en nuestro país el deporte más seguido es el fútbol, me referiré a él, pero en realidad esto suele ocurrirles a todos los fieles seguidores de algún equipo. El fanatismo llega al punto de cegarlos en su apreciación: ven faltas merecedoras de tarjetas donde no las hay, cuando es un jugador rival quien las comete, o no ven contactos flagrantes si es el defensa de su escuadra quien estira la pierna con intención de hacer daño.

Por el contrario, la política, como bien define la RAE, es «el conjunto de actividades que se asocian con la toma de decisiones en grupo». En el momento de mencionar a un grupo, podemos inferir que cada uno de sus integrantes tendrá una opinión única y diferente del resto, pero que, si se tienen que tomar decisiones que representen a todo el grupo, tendrá que haber un consenso. Aunque eso signifique que uno o más integrantes del grupo tengan que ceder en favor del colectivo.

Hemos presenciado el inicio de diferentes campañas políticas, que derivarán en unos resultados electorales, e inmediatamente vemos cómo nuestro entorno comienza a inclinar sus preferencias hacia uno u otro partido político. Y, desde mi punto de vista, esto es un error, ya que se confunde la actitud que suelen tomar los seguidores de un equipo frente al fútbol con la que se debería de tener respecto a la elección de nuestros representantes populares.

No se trata de justificar que el partido de mi preferencia ha hecho cosas malas, “pero sus rivales han hecho algo peor”, o creer ciegamente en que las promesas electorales vertidas por los diferentes candidatos son realistas, sin corroborar su viabilidad. Durante todo el periodo electoral, el objetivo de cada uno de los ciudadanos debería ser evaluar cada una de las propuestas vertidas, más allá del ruido generado precisamente para distraernos. Seguramente, dichas propuestas serán sobre diferentes temas, algunos de los cuales tendrán relevancia para algunas personas y otros serán indiferentes. También la manera de solucionarlos propuesta por los candidatos nos resultará adecuada o incorrecta.

Una vez hecha esta evaluación, es muy probable que el ciudadano esté de acuerdo en algunos temas con un candidato y en otros temas con otro. Si está totalmente de acuerdo con alguno, tal vez debería realizar el análisis nuevamente, ya que es probable que esté justificando un penal inexistente a favor del que considera “su equipo”. Es muy importante no perder de vista que se evalúa a las propuestas, no a la popularidad ni los trabajos anteriores de los diferentes candidatos. No es improbable que un ex deportista o un cantante puedan realizar un buen trabajo al frente de una administración pública, pero hay que ver sus propuestas sin tomar en cuenta su fama antes de darle nuestro voto.

Mientras tanto, la publicidad hará su trabajo: llenará nuestras pantallas de canciones pegadizas, frases fáciles de recordar, fotos retocadas y en lugares donde normalmente no veríamos a estas personas que ahora piden nuestro voto. Y está bien: su cometido es que la gente recuerde el nombre del candidato. Pero una vez logrado, es deber del ciudadano investigar un poco más antes de conceder su confianza.