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El Mercadólogo

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De sustituir y adaptar

Cuando comenzó a popularizarse el cine, mucha gente pensó que sería el fin del teatro, ya que la gente iba a dejar de ir a las representaciones, vistas las posibilidades que proporcionaba este nuevo invento. Algo similar sucedió cuando la radio se popularizó: pronto se convirtió en el electrodoméstico favorito de todas las familias. Sin embargo, su reinado duró poco, ya que unos años después llegaría la televisión a ocupar su sitio. En ese momento, no fueron pocos los que vaticinaron que la radio desaparecería.

Actualmente vivimos una situación muy similar, pero ahora es internet quien amenaza el reinado de la televisión. Es un hecho que en los últimos años el consumo del, hasta ahora, principal medio de comunicación, se ha visto reducido drásticamente en favor del incremento en minutos de navegación. Tampoco es un secreto que esta tendencia se ha visto impulsada por el uso de internet en los teléfonos celulares.

Ante este panorama, muchos expertos han comenzado a vaticinar la desaparición de la T.V. Otros, los más cautos, hablan de un cambio en la forma de consumir los contenidos. Desde este humilde espacio, me encuentro más alineado con esta segunda vertiente. Aunque es verdad que muchos aparatos eléctricos han desaparecido al ser sustituidos por otros con una utilidad similar (por ejemplo, los beepers o las agendas electrónicas), muchos otros han sabido evolucionar y adaptarse.

Creo que la clave para esta adaptación es buscar la esencia de la necesidad de los consumidores que se está cubriendo, y en el caso de la televisión es evidente: entretenimiento. A partir de ahí, es fundamental potenciar las ventajas que puede tener respecto a sus «sustitutivos»: mientras que el cine cuenta con efectos especiales, diferentes perspectivas de una misma escena, un sonido envolvente y mil posibilidades más, la experiencia de acudir al teatro y ver una representación única (porque cada representación es única, aunque sea la misma obra), y la magia que se genera en ese momento es imposible de reproducir en una sala de cine.

¿Por qué elegir ver la televisión de forma convencional, como se lleva haciendo los últimos años, cuando se puede acceder a miles de contenidos audiovisuales en el momento y lugar que se prefiera? Uno de los motivos es la relevancia del momento: mucha gente está acostumbrada a utilizar la televisión como «ruido de fondo» mientras realiza otras actividades. Esta posibilidad, por lo general, no la proporciona el contenido bajo demanda: cuando eliges ver una serie o una película es porque tienes intención de verla.

Otro motivo es la posibilidad de compartir e intercambiar opiniones con otras personas en el mismo momento de la emisión del programa o evento deportivo. Por el contrario, la posibilidad de ver un contenido que está alojado en una plataforma incrementa la posibilidad de encontrar spoilers en las redes sociales, lo que afecta directamente a la experiencia de visionado.

A corto plazo, es fácil encontrar un buen indicador de la salud de las emisiones televisivas: basta con observar las cantidades que se siguen pagando en los diferentes países por las retransmisiones de los principales eventos deportivos, como el mundial de fútbol, los Juegos Olímpicos o incluso los torneos anuales como la Premier League, la UEFA Champions League o La Liga.

Es cierto que últimamente estos derechos de retransmisión comienzan a incluir su emisión en las diferentes plataformas de internet, o incluso en redes sociales. Así, vemos que el modelo económico comienza a evolucionar, lo que nos da unas pistas de cómo la televisión probablemente baje del trono del medio con mayores audiencias, pero no llegue al punto de desaparecer.