De primeras y últimas veces
A raíz de los fallos que tuvieron esta semana algunas de las principales redes sociales, muchos de sus usuarios frecuentes se vieron obligados a utilizar otras plataformas e incluso otros medios para poder mantenerse en contacto con sus seres queridos. Esto me hizo reflexionar sobre la rapidez con la que nos adaptamos a las nuevas tecnologías, al punto que herramientas que hasta hace poco nos eran totalmente desconocidas, se vuelven parte fundamental de nuestra vida cotidiana.
Sin embargo, el día sigue teniendo solo veinticuatro horas y seguimos teniendo dos manos. Estas nuevas incorporaciones nos hacen, a su vez, dejar de lado objetos, rutinas, costumbres, que en su momento pensábamos que eran «vitales». Un día, sin saberlo, tomamos nuestra última fotografía con una cámara analógica. Seguramente no recordemos cuál fue el último rollo fotográfico que llevamos a revelar, ni cuándo fue la última vez que fuimos a un videoclub a alquilar una película en VHS o DVD.
Detrás de todas estas acciones que se han quedado desfasadas de nuestra vida diaria, existían muchas empresas que generaban unos beneficios económicos nada despreciables. Muchas de ellas, una vez pasados sus mejores tiempos, supieron reinventarse dentro del mismo sector. Algunas otras supieron encontrar nuevas oportunidades en sectores completamente ajenos a su campo inicial, aprovechando algunos de los insumos que ya tenían en su poder. Otras, una vez generada una marca ligada en la mente del consumidor, consiguieron trasladarse a otros productos. Pero, desafortunadamente, la mayoría de las empresas desaparecieron.
Asimismo, en los últimos años e incluso meses, han surgido muchas empresas que se han posicionado rápidamente en un lugar privilegiado dentro de nuestras mentes, generando nuevos modelos de negocio. Tal vez esto sea más fácil de recordar: la primera vez que utilizamos algún aparato tecnológico nuevo, o que creamos un perfil en alguna red social de reciente aparición. Incluso, los que poseen mejor memoria, podrían decir la primera película o serie que vieron en alguna de las plataformas de OTT.
Ahora mismo tenemos muchos ejemplos de estas empresas que se encuentran en la «cresta de la ola», y vemos cómo sus ganancias se multiplican vertiginosamente. Pero, aunque sea difícil de creer, en algún momento ese crecimiento se estancará. Poco a poco, incluso comenzará a reducirse, al punto de que muchas de ellas tendrán que buscar maneras de reinventarse. En unos años, comentaremos entre risas cómo todo el mundo utilizaba ciertos productos o tenía un perfil en alguna red social. Recordaremos incluso el perjuicio que causaba en nuestras vidas cuando tenían algún fallo como una anécdota más.
Y seguramente para nuestros hijos o nuestros nietos sea difícil imaginarse esas situaciones, como ahora mismo me resulta complicado explicar a mis sobrinos o a mi hijo el funcionamiento de una máquina de escribir, o cómo pasaba las tardes atento a la radio para poder grabar las canciones de moda en un casete, intentando que no quedara registrada la voz del locutor. Sin retroceder tanto en el tiempo, me dará un poco de vergüenza explicarle cómo dedicaba horas al cuidado de una granja virtual.
Está claro que la vida evoluciona constantemente, y que la adaptación en el ámbito empresarial es básica. Ya lo decía Umberto Eco en el título de uno de sus ensayos más famosos: «Nunca te enamores de tu propio zepelín».