
De fake news y redes sociales
Últimamente se ha puesto de moda un término que, desafortunadamente, lleva mucho tiempo entre nosotros: me refiero a las fake news. Si analizamos un poco la historia, ya en la antigua Roma existían estos bulos: se decía que los primeros cristianos practicaban el canibalismo y el incesto. Los rumores entre los conquistadores de América de la existencia de El Dorado generaron numerosas expediciones. Sin ir más lejos, la Alemania nazi creó el Ministerio de Propaganda, desde el que se difundían numerosos bulos; y el éxito del desembarco de Normandía se debió, en parte, a una mentira difundida por el espía español Joan Puyol García, que consiguió convencer a los alemanes de que el desembarco se realizaría en Pas-de-Calais, no en Normandía.
Sin embargo, es cierto que la aparición de las redes sociales ha contribuido a hacer mucho más visible la difusión de estas noticias falsas. Por un lado, permite cuantificar el alcance conseguido, mediante visualizaciones, contenido compartido, comentarios, reacciones, etc. A su vez, convierte a los receptores del mensaje en emisores masivos, ya que antes la gente podía contar a su entorno los rumores que había recibido, pero la gente a la que podría llegar dicho mensaje era limitada, mientras que ahora se puede alcanzar a cientos de desconocidos con una publicación.
Aunque parezca que el hecho de poner en contacto a mucha gente con ideologías diferentes podría generar discusiones de temas polémicos cuyo resultado fuera que los participantes se replantearan sus posturas iniciales, la realidad es que en este tipo de intercambios suele primar la necesidad de tener razón y quedar por encima de tu «oponente». Lo que en un principio podría ser un gran espacio de reflexión e intercambio de ideas se vuelve un ring de boxeo, donde es más importante tener la razón, y donde la delgada línea que separa las opiniones de los insultos es traspasada constantemente.
Además, estas discusiones suelen tener entre sus argumentos citas textuales a más bulos, ya que el algoritmo de las redes sociales hace que te lleguen más bulos que refuercen tus ideas, aunque los datos en los que se basan sean mentira. Recordemos que las redes sociales son empresas privadas, cuyo objetivo es que los usuarios interactúen con ellas lo más posible, por lo que, si detecta que un usuario tiene interés en un tema, digamos por ejemplo el tenis, le proporcionará más información sobre ese deporte, a fin de aumentar su tiempo de navegación y sus interacciones. Al tener usuarios activos y fieles, tiene más espacios dónde colocar publicidad, por lo que puede generar más ingresos.
Es muy complicado combatir las fake news, ya que este debate lleva intrínsecos derechos humanos como el derecho a la libertad de creencia o libertad ideológica: soy libre de creer que Elvis Presley está vivo y reside en una isla paradisiaca o que los extraterrestres nos visitan de vez en cuando. Y legalmente, puedo contarle mi teoría a todo aquel que me quiera escuchar, ya que existe la libertad de expresión que me ampara para ello. Sin embargo, la difusión de ciertos bulos puede generar en una parte de la sociedad sentimientos de odio hacia algunos colectivos específicos, lo que es caldo de cultivo para que germine el extremismo, el populismo y el fascismo.
Con la cantidad de información que tenemos a nuestro alcance hoy en día, con la que en poco tiempo se puede comprobar si algo es verdad o es mentira, ¿vale la pena lanzar una fake news? ¿se obtiene algún beneficio? Sí: que las ideas difundidas se queden en la mente de la gente. No todo el mundo está dispuesto a emplear su tiempo en contrastar una noticia, y menos cuando lo que ha leído concuerda totalmente con su forma de pensar. Además, aunque posteriormente se haga un desmentido, normalmente alcanza a menos gente, por lo que el bulo sigue circulando durante mucho tiempo, pero no así la publicación que da la información correcta.