El mercadólogo

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De contactos y meritocracia

Aunque sus orígenes en cuanto a ideología son bastante antiguos, la palabra meritocracia aparece por primera vez en 1958, en el libro Rise of meritocracy, de Michael Young. A partir de ahí, se ha generado un debate sobre si es un sistema justo o no. Independiente de su equidad, es innegable que sus ideas han permeado en la sociedad: varias generaciones hemos crecido pensando que, si nos esforzamos para ser los mejores en algo, conseguiremos todas nuestras metas.

Hay algo de verdad en esa afirmación, pero para ello tenemos que tomarla en su acepción negativa: si no nos esforzamos, no conseguiremos nuestras metas. El esfuerzo, el tesón y la constancia, son cualidades imprescindibles para cumplir con los objetivos que nos marcamos. Sin ellas, todo se quedará en buenas intenciones. Pero el esfuerzo no es el único factor que tomar en cuenta para poder triunfar en la vida.

Desde mi punto de vista, el éxito en el andar cotidiano depende de tres pilares fundamentales: el primero, por supuesto, es el esfuerzo. Los otros dos, aunque menos vistosos, no dejan de marcar la diferencia entre conseguir lo que buscamos o quedarnos en el intento. Hablo del talento y los contactos. Sobre el primero, poco se puede decir: si no tenemos algunas habilidades innatas que nos faciliten destacar en el ámbito que nos interesa, es muy difícil conseguir avances. Aunque me esfuerce mucho, si no tengo talento para jugar al fútbol, difícilmente podría destacar como futbolista profesional.

Sin embargo, siguiendo con el ejemplo del futbolista profesional, no siempre llegan a Primera División los que tienen más talento o los que más se han esforzado. Sí, es importante contar con las habilidades y trabajar para desarrollarlas. Pero si no tengo el tercer pilar, los contactos, será muy complicado que algún equipo decida apostar por mí.

Este tercer pilar suele ser el más denostado, ya que parece que no tiene ningún mérito personal. Es cierto que muchos contactos nos vienen dados por el lugar donde vivimos o donde hemos estudiado, las amistades fomentadas por nuestros padres y muchos otros factores que no tienen nada que ver con el desarrollo personal. Pero también es verdad que toda relación hay que cuidarla y fomentarla. Ese es el mérito de contar con una red de contactos potente: cuidar las relaciones personales. Al final, nunca sabemos quién podrá acudir en nuestra ayuda en algún momento difícil.

Criticamos constantemente que la gente de poder se rodee de sus amistades para administrar sus negocios, y esa crítica es válida cuando la persona elegida no posee el talento para desempeñar la misión encargada, ni realiza el esfuerzo necesario. Pero la decisión de rodearse de gente conocida no sólo tiene validez, es incluso lógica: todos haríamos lo mismo. Para enfrentar un problema en el que necesitamos ayuda, siempre recurriremos a alguien que conocemos y que sabemos que es experto en la materia.

La meritocracia suele olvidar esos otros dos pilares, centrándose únicamente en el esfuerzo de las personas. Con ello, crea falsas expectativas en las personas, ya que en muchas situaciones el esfuerzo no es suficiente. Genera frustración cuando vemos que, por más que nos esforcemos y contemos con el talento, si no tenemos los contactos necesarios, no veremos que nuestro trabajo obtenga beneficios.

Porque, en realidad, meritocracia viene del latín merĭtum «debida recompensa», a su vez de mereri «ganar, merecer»; y el sufijo -cracia del griego krátos, o κράτος en griego, «poder, fuerza». Es decir, es el «gobierno de los mejores». Creo que, en nuestra sociedad, y no me refiero solo a nuestro país, no siempre gobiernan los mejores.

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